En medio de una reunión que pretendía ser estrictamente política, Donald Trump volvió a hacer lo que mejor sabe: provocar y arremeter sin filtro. Esta vez, sus dardos fueron lanzados —sin nombrarlos— hacia los eternos protagonistas del escándalo royal: el príncipe Harry y Meghan Markle. Durante su encuentro con el nuevo primer ministro británico, Keir Starmer, en el lujoso campo de golf Trump Turnberry en Escocia, el magnate republicano no desaprovechó la ocasión para remover viejas heridas.
El presidente de Estados Unidos, con su habitual estilo ambiguo pero calculadamente incendiario, elogió a los miembros de la Casa Real británica, aunque no dudó en lanzar críticas veladas a los Sussex con una frase que dejaba poco lugar a dudas: "Estar con Carlos, Camilla y todos los demás, gracias a mis cuatro años (en referencia a su legislatura anterior) y ahora seis meses, me ha permitido conocerlos. He llegado a conocer a muchos miembros de la familia. Son personas maravillosas. Realmente maravillosas. Y en ese sentido, creo que el Reino Unido tiene mucha suerte; puede haber gente que no fuera tan buena gente”. Las palabras resonaron como un misil diplomático en dirección a los exiliados de Montecito, que desde su salida de la Familia Real no han dejado de causar controversia a ambos lados del Atlántico.
Críticas veladas y amenazas migratorias: la embestida de Trump
Lejos de suavizar su postura, Trump revivió su antigua animadversión hacia Meghan Markle, a quien ha criticado abiertamente en más de una ocasión, tildándola de “desagradable” y culpándola de haber arrastrado al príncipe Harry fuera del “sistema” al traicionar a la difunta reina Isabel II. Las tensiones, que vienen desde que Meghan se pronunció contra la candidatura de Trump en 2016, han escalado en los últimos años hasta el punto de que el político conservador ha llegado a cuestionar incluso el estatus legal de Harry en Estados Unidos.
En declaraciones previas, cuando se le preguntó si consideraría expulsar al hijo menor de Carlos III, Trump no se contuvo: “No quiero hacer eso, lo dejaré en paz. Ya tiene suficientes problemas con su esposa, es terrible”. La amenaza, revestida de ironía, fue entendida como una advertencia camuflada, dejando claro que, si así lo quisiera, tendría la posibilidad de deportar a Harry si se demuestra que proporcionó información falsa sobre su historial de consumo de drogas al solicitar su visa de residencia en Estados Unidos. Según se rumorea, Trump habría expresado a su equipo que “les retiraría todo” en caso de ser necesario.
Harry responde con elegancia, pero el mensaje es claro
La respuesta de Harry, aunque sutil, no tardó en llegar. Durante los Juegos Invictus celebrados en Canadá el pasado mes de febrero, el duque pronunció un discurso cargado de mensajes indirectos, en el que alertó sobre la “debilidad moral del mundo” y la importancia de mantenerse firme ante la injusticia. Las palabras, para muchos observadores, fueron un claro guiño al mandatario y a las crecientes críticas que ha recibido junto a su esposa por parte de los sectores más conservadores de EE. UU.
En un contexto donde las tensiones geopolíticas y mediáticas se entrecruzan, Harry y Meghan podrían estar enfrentándose a un nuevo frente de batalla mucho más poderoso e implacable: la maquinaria de Trump en pleno mandato. Mientras en Montecito intentan mantener una imagen de estabilidad y compromiso social, la realidad es que la pareja vive bajo la amenaza constante de ser blanco de una vendetta política que no perdona errores del pasado.