En los últimos años, Harry pasó de ser una de las figuras más visibles de la realeza británica a otra identidad, más acorde a la de una celebridad. Su decisión de renunciar a las funciones oficiales de la Corona marcó un antes y un después en la vida de la familia real y en la relación entre el trono y la opinión pública. Isabel II, que lo había visto crecer ante el mundo, recibió con tristeza y una mezcla de asombro esa decisión que abría la puerta a una realidad distinta. En los hogares de Gran Bretaña, la noticia provocó una conmoción que atravesó también otros continentes. Y hoy, lo que hizo tras esa decisión sigue siendo cuestionado.
La salida no fue un simple cambio de agenda. Implicó entrevistas, documentales y una presencia mediática que, para muchos, había llegado a saturar. Harry dejó de depender de la seguridad y del aparato de representación que le proporcionaba la realeza para emprender un camino orientado a construir una identidad propia. Para Isabel II, la renuncia de su nieto representó una fractura en una dinámica que fue diseñada para perdurar a través de las generaciones.
Asimismo, se demostró, según las crónicas y testimonios citados por la prensa, un desencanto profundo ante las consecuencias. Lo cierto es que una parte de la historia familiar estaba siendo contada desde fuera, con menos filtros. Con el paso de los meses y los años, las apariciones de Meghan Markle y el príncipe ante cámaras y micrófonos alimentaron un debate público intenso. Sobre esto ha querido hacer referencia alguien muy cercano al entorno de la reina.
Extrabajadora de Isabel II se sincera sobre Harry
Emergió un capítulo particularmente contundente. Todo ocurrió en un documental estrenado en Channel 5 de Reino Unido, Prince Harry: My Terrible Year. La entonces secretaria de prensa de la fallecida monarca, Ailsa Anderson, ofreció una lectura dura sobre la trayectoria del duque de Sussex. En palabras que, para muchos, resonaron: “deja de ser la víctima y empieza a ser el héroe de la historia, empieza a escribir tu propio guion”. Con esa sentencia, la exfuncionaria señaló que el público había empezado a cansarse de la percepción de que el mundo giraba en torno a las supuestas adversidades que el príncipe atribuye a sus vivencias en la Casa Real.
Además, Anderson añadió otra valoración. Decía que el carácter del royal resulta excesivamente impulsivo y que ese estado se deja ver en las entrevistas donde ha descrito el estado de su relación con la familia. La conversación sobre reconciliación permanece abierta. Aun cuando él expresó su deseo de restablecer puentes con su padre y hermano, el cierre parece no haber llegado.
Fuentes cercanas insisten en que las posturas pueden cambiar, que la puerta sigue entreabierta para un acercamiento. Solo que las condiciones y el momento no siempre se alinean con las expectativas de todas las partes. El caso de Harry refleja un choque: el de una monarquía que opera como institución y el de una generación que pregunta por límites. En todo caso, las palabras de quien trabajó de cerca con Isabel II dejan una impresión contundente. La responsabilidad de escribir una historia propia no debe ser una excusa para convertir la trayectoria personal en un monólogo de queja constante.