Aplaudidos por miles en Wimbledon, y cuestionados por otros tantos durante sus escapadas privadas, Kate Middleton y el príncipe Guillermo siguen siendo protagonistas de un eterno tira y afloja entre admiración pública y escepticismo social. La reciente reaparición de la princesa de Gales en los eventos deportivos tras anunciar su lucha contra el cáncer fue recibida con vítores. Su elegante presencia en la final femenina y masculina, apenas un día después de haber reaparecido oficialmente, reafirmó su lugar como la royal británica mejor valorada por la ciudadanía. 

Críticas al estilo de vida de los príncipes de Gales 

Sin embargo, esta ovación no logra acallar las críticas que arrecian sobre su estilo de vida, considerado por muchos como excesivamente exclusivo y desconectado de la realidad que viven millones de británicos. En días recientes, los príncipes han sido observados en la isla griega de Cefalonia, disfrutando de vacaciones junto a sus tres hijos y los padres de Middleton. Lo que inicialmente parecía una escapada familiar típica, pronto despertó polémica al trascender detalles como el uso de vehículos de alta gama y un robusto equipo de seguridad, señales que no pasan inadvertidas en tiempos donde se exige mayor austeridad institucional. 

Las interrogantes se multiplican. ¿Quién cubre los gastos de estos viajes? ¿Es apropiado este nivel de lujo para figuras públicas financiadas en parte por el erario? Por ahora, no se ha confirmado si el viaje fue una invitación o si lo financiaron de forma privada. Pero este episodio no es aislado. En lo que va de año, los príncipes ya han disfrutado de cuatro vacaciones personales: desde los Alpes en enero, hasta la exclusiva isla de Mustique en febrero, donde se alojaron en una residencia de 40.000 euros semanales, equipada con piscina privada. Incluso optaron por no asistir al tradicional Domingo de Pascua en Windsor, prefiriendo refugiarse en su residencia de Norfolk, Anmer Hall. 

Este estilo de vida, marcado por el placer y el confort, ha generado un debate sobre los límites del privilegio entre Kate Middleton y el príncipe Guillermo en tiempos de incertidumbre económica y crisis social. Aunque no es nuevo que miembros de la realeza disfruten de beneficios y comodidades, la frecuencia y ostentación de estos momentos personales empieza a ser cuestionada por una parte creciente de la opinión pública que exige mayor moderación. 

Guillermo en la Eurocopa 

Mientras las críticas se amplifican en redes y columnas de opinión, el príncipe Guillermo se preparó para cumplir con uno de sus deberes institucionales más visibles: la final de la Eurocopa femenina, en la que estuvo presente para apoyar a la selección británica. En este evento, coincidió por primera vez con la princesa Leonor de España, también heredera al trono, en un gesto de diplomacia que recuerda que la Corona es, ante todo, un símbolo de representación y continuidad. El contraste entre el deber real y el placer personal nunca ha sido más evidente. Y en esta delgada línea, los príncipes de Gales transitan con elegancia, pero no sin controversia. Mientras muchos celebran su cercanía, otros reclaman mayor transparencia, sencillez y compromiso con el presente.