Pocas historias de la realeza británica han generado tanta fascinación como la tormentosa relación entre Carlos III y Diana de Gales. Hoy, décadas después de su trágica muerte, nuevas declaraciones vuelven a poner en entredicho la imagen del actual monarca. El biógrafo Andrew Morton, confidente de Lady Di, ha desempolvado los recuerdos más tensos de aquellos años, pintando un retrato inquietante de un esposo que, según él, le dio motivos de sobra para desconfiar, manteniendo a la princesa en un permanente estado de alerta, provocado por gestos y actitudes que, lejos de ser inocentes, parecían calculados para socavar su estabilidad emocional.

Morton, autor del libro "Diana: Su verdadera historia", fue el encargado de canalizar las confesiones privadas de la princesa, grabaciones que destaparon un matrimonio plagado de infidelidades, humillaciones y la sombra omnipresente de Camilla Parker Bowles. Ahora, en su reciente entrevista con la revista Madame Le Figaro, el escritor rememora cómo recibió aquellos testimonios que sacudirían a la monarquía británica, desencadenando uno de los divorcios más sonados del siglo XX.

Las pruebas que convencieron a Morton de que Diana no exageraba

Morton asegura que al principio dudó de la magnitud de lo que Diana le contaba. Pero pronto encontró indicios irrefutables que apuntaban a que Carlos y Camilla Parker Bowles mantenían un vínculo mucho más íntimo de lo que el Palacio admitía. La anécdota que más impactó al escritor ocurrió cuando el entonces príncipe de Gales sufrió un accidente durante un partido de polo: mientras la princesa se desplazaba de Kensington al hospital, Camilla fue la primera en llegar para acompañarlo.

Según Morton, el propio equipo de seguridad de la familia real coordinó discretamente la salida de Camilla antes de que llegara Diana, lo que reforzó en la princesa la sensación de que todo un sistema estaba conspirando a sus espaldas. Lejos de la imagen de “princesa inestable” que ciertos sectores intentaron proyectar, el biógrafo insiste en que Diana siempre conservó la lucidez y que su desconfianza no era fruto de la imaginación, sino de vivencias concretas y dolorosas.

Una mujer valiente que nunca perdió el control

Morton describe a Diana como una persona profundamente empática, capaz de acercarse a cualquiera sin incomodarlo, y con un coraje inusual para enfrentar a la institución más poderosa del Reino Unido. Aunque atravesó períodos oscuros marcados por la bulimia y la soledad, la princesa mantenía un sentido del humor agudo y una resiliencia heredada, según ella, de su madre Frances Shand Kydd.

Incluso en los momentos más duros, Diana encontraba luz en su papel de madre. Sus hijos, Guillermo y Harry, eran su refugio emocional, y fue por ellos que soportó años de tensiones dentro de “La Firma”. Morton recuerda que la princesa tenía la capacidad de distanciarse emocionalmente de los problemas, lo que le permitía seguir adelante pese a la presión mediática y la frialdad de su marido.

En definitiva, los nuevos testimonios reabren un capítulo incómodo para la Casa de Windsor. Andrew Morton no solo reivindica la cordura de Diana, sino que deja entrever que la actual figura de Carlos III está construida sobre cimientos de escándalo y dolor silencioso. Y aunque el Palacio insista en pasar página, la sombra de la princesa del pueblo sigue proyectándose sobre la monarquía británica, recordando al mundo que detrás de la Corona hay una historia que el rey preferiría enterrar.