La Casa Real de Gran Bretaña vuelve a colocarse en el centro de la tormenta, y esta vez el epicentro lo ocupan Beatriz y Eugenia de York, que han decidido emprender un camino tan sorprendente como incómodo para su padre. Mientras el príncipe Andrés sigue hundido en el aislamiento institucional tras ser despojado de honores y roles públicos, sus hijas han optado por tomar una dirección que muchos califican ya como una auténtica traición. Lejos de mantenerse a su lado en este momento tan complicado, han decidido acercarse más que nunca a Carlos III, el mismo que firmó la sentencia definitiva de la caída de su padre.

Y es que en Buckingham hace tiempo que quedó claro que el rey no permitiría ningún intento de rehabilitación de su hermano. Con su reinado marcado por el deber de recuperar la credibilidad de la institución, Carlos III ha sido tajante a la hora de decidir que Andrés no volverá a tener una posición importante en la monarquía. En medio de ese escenario, las princesas de York han entendido que su supervivencia dentro de la maquinaria real depende, precisamente, de alejarse del hombre que las ha marcado durante toda su vida.

El movimiento calculado de las York y una salvación a cambio de distanciarse

La realidad es que la marcha forzada de Andrés dejó varios huecos menores en la agenda oficial. Actos discretos, inauguraciones locales, visitas institucionales de perfil bajo espacios que ahora Beatriz y Eugenia están dispuestas a ocupar. Han comenzado a aparecer con mayor frecuencia en compromisos privados de los Windsor y, lo más significativo, han transmitido al equipo del monarca su disponibilidad total para asumir responsabilidades.

Príncipe Andrés   GTRES
Príncipe Andrés GTRES

Y es que, más allá del vínculo familiar, ambas saben que quedarse quietas sería condenarse a la irrelevancia. A su lado, el apellido pesa; lejos de él, todavía pueden aspirar a un papel que les permita conservar estatus, presencia y utilidad dentro del sistema.

Carlos III les ofrece un sitio si cumplen la regla más dura

Sin embargo, nada en Buckingham es gratis. Carlos III está dispuesto a darles ese espacio, sí, pero imponiendo una condición que se ha convertido en la piedra angular del acuerdo de mantener una distancia absoluta respecto a su padre. Ni apoyo explícito, ni apariciones conjuntas, ni gestos que puedan interpretarse como un intento de rehabilitar al duque de York.

Así pues, el mensaje del monarca es claro: podrán ser parte del futuro, siempre y cuando renuncien al pasado que amenaza con ensuciarlo todo. Y en ese tablero, las princesas ya han elegido. Andrés se queda solo, mientras sus hijas buscan refugio en la única figura capaz de asegurar su continuidad en la monarquía.