Lo que prometía ser una visita institucional impecable se convirtió en un escándalo con sabor amargo para la reina Máxima de Holanda. A su llegada a Ciudad del Cabo, en un vuelo oficial marcado como evento mediático, la soberana decidió ignorar a la prensa, negándose a posar para las cámaras que la esperaban desde hacía horas. La escena no pasó desapercibida, pero lo más llamativo fue que la crítica más contundente no vino de un tabloide cualquiera, sino del periodista Rick Evers, experto en la familia real neerlandesa y autor de una biografía sobre la consorte.

En un post explosivo, Rick Evers destapó la caja de los truenos: “La reina Máxima aterrizó esta noche en Ciudad del Cabo. Los medios oficiales que fueron escoltados al aeropuerto para informar sobre su llegada se mostraron decepcionados: Su Majestad estaba de mal humor y no quiso que le tomaran fotos. Qué buen comienzo”, ironizó. Las reacciones no se hicieron esperar. Si bien algunos usuarios salieron en defensa de la reina, argumentando que hay días en los que una mujer simplemente no quiere ser fotografiada, la respuesta de Evers fue demoledora: "La prensa pagó una fortuna para cubrir la visita. Se acordó que habría una sesión de fotos en el aeropuerto, y la prensa esperó horas. Si tuviera algo de humanidad, le habría pedido a su secretaria que le enviara un mensaje al jefe de prensa. O que se lo preguntara amablemente después de aterrizar. Pero mostró su verdadera cara...".

"Mostró su verdadera cara": la acusación que mancha su reputación internacional

Las palabras de Rick Evers retumbaron como una bomba en el ecosistema mediático holandés. El periodista afirmó que Máxima de Holanda —“showed her true colors”—, es decir, “mostró su verdadera cara”, dejando entrever que quizá no sea tan cercana ni accesible como aparenta. Para muchos, esta frase es una pista de que, tras su carisma, podría esconderse una personalidad más fría y calculadora.

Este inesperado enfrentamiento entre la prensa y la Casa Real de los Países Bajos ha dejado al descubierto una grieta que pocos se atrevían a mencionar: el férreo control de imagen que ejerce la familia Orange. No es común que un periodista tan vinculado a la realeza rompa la narrativa oficial. Y, sin embargo, Evers lo ha hecho, dejando claro que lo ocurrido no fue una simple anécdota, sino un síntoma de una tensión creciente entre la monarquía y los medios.

Un gesto forzado de normalidad: sonrisas, bailes y discursos que no convencen

Intentando calmar las aguas, Máxima reapareció horas después con una actitud completamente opuesta: sonriente, cercana y hasta bailando ante las cámaras. Para muchos, fue un intento desesperado por recuperar el terreno perdido tras el polémico plantón. Sin embargo, la sospecha ya estaba sembrada: ¿era esa la auténtica Máxima o solo una versión cuidadosamente creada para las cámaras?

Durante su segunda jornada en Sudáfrica, la reina retomó su papel institucional como Defensora Especial del Secretario General de la ONU para la Salud Financiera, participando en el Foro de Finanzas Responsables del G20. Aunque su agenda oficial continuó con normalidad, los comentarios en redes y medios siguieron centrándose en la actitud que mostró al llegar al país, dejando claro que una imagen vale más que mil discursos, y en este caso, la imagen que no quiso ofrecer pesó más que todas las que vinieron después. Este episodio, aunque aparentemente menor, ha dejado una huella imborrable en la percepción pública de Máxima Zorreguieta. Acostumbrada a cosechar elogios por su naturalidad, hoy se enfrenta a una crisis de imagen sin precedentes.