Tal día como hoy del año 1423, hace 594 años, moría en Peníscola (País Valencià) Pero Martines de Luna y Peres de Gotor, conocido como el papa Luna, que fue pontífice de Aviñón con el nombre de Benedicto XIII. Pero Martines, nacido en Illueca (Aragón) en 1328, era miembro de una poderosa familia nobiliaria aragonesa que había ganado importantes cuotas de poder en Castilla. El año 1394, con 66 años, alcanzaba el punto culminante de su carrera y era elegido jefe del pontificado. Entonces el liderazgo de la Iglesia estaba dividido entre dos pontífices enfrentados y dos sedes: Aviñón, del partido de los cardenales franceses; y Roma, del partido de los cardenales italianos. Luna fue el último pontífice de Aviñón.

Cuando estalló el conflicto sucesorio en la Corona de Aragón (1410) –con la muerte de Martín el Humano, el último Berenguer– las dos sedes pontificias ya habían sido reunificadas en Roma. Luna había sido expulsado de Aviñón y hacía siete años que vivía refugiado en el castillo de Peníscola. Pero conservaba el apoyo de una poderosa trama oligárquica peninsular, que lo convirtió en un personaje con una gran capacidad de influencia en la política interna de la Corona de Aragón. Luna fue el promotor de las conferencias de Alcañiz y de Caspe; y su voz se hizo sentir a través de san Vicent Ferrer. Muy pronto se posicionaron como unos firmes partidarios de la candidatura castellana del Trastámara.

Muere el Papa Luna. Sant Vicent Ferrer en Caspe. Fuente Institución Alfons el Magnànim.

Sant Vicent Ferrer en Caspe / Institució Alfons el Magnànim

El candidato Trastámara, que reinaría como Fernando I, era el regente de Castilla por la minoría de edad de su primo, el rey castellano Juan II. Pero sobre todo era el hombre más rico de Castilla. Cuando se postuló como candidato a ocupar el trono de la Corona de Aragón facilitó el ascenso de Álvaro de Luna –pariente del papa Luna– como privado del rey-niño. Fernando y el papa Luna vendieron la candidatura Trastámara como la solución a la fuerte crisis económica y política que azotaba a la Corona de Aragón: un rey rico y poderoso para liderar la recuperación de la plenitud perdida. Un argumento de mucho peso, que Jaume de Urgell, el gran rival de la alianza Luna-Trastámara, no supo contrarrestar.