¡Ay, las cifras! ¡Cuántas bocas acaban cerrando! Aparcado provisionalmente el grave conflicto de El Prat, con agentes de la Guardia Civil desplegados para cubrir la huelga indefinida de los responsables de seguridad de la compañía Eulen, se acaban de hacer públicas las cifras de pasajeros en el aeropuerto de Barcelona durante el pasado mes de julio. Y ya se puede intuir a qué se debía el desaguisado organizado por Aena: El Prat y Barajas se sitúan por encima de los cinco millones de pasajeros en el mes de julio, con una escasa diferencia de 46.000 pasajeros a favor del aeropuerto madrileño.

Lo que parecía imposible está a punto de suceder: El Prat ha atrapado técnicamente a Barajas y los enormes esfuerzos hechos por Fomento, Aena e Iberia desde siempre, pero de una manera constante en la última década, están a punto de irse al traste básicamente porque el mercado y las compañías no han aceptado el menoscabo permanente del aeródromo barcelonés. Algún día se tendrá que explicar con detalle la historia del estrangulamiento de El Prat desde los despachos oficiales de los ministerios y de sus empresas satélites o el silencio —a veces, incluso, la sumisión— de los agentes económicos y empresariales catalanes.

Pero la realidad, tozuda, ha situado a El Prat y Barajas casi al mismo nivel. Eso sí: mismo número de pasajeros pero la mitad de gastos en seguridad que Barajas, mismo número de pasajeros pero El Prat genera más de 350 millones de beneficios a Aena y Barajas no llega a los 30, mismo número de pasajeros pero Barcelona encadena los conflictos y Barajas ni los conoce, mismo número de pasajeros y El Prat apareciendo en todas las noticias de los medios de comunicación internacionales como un aeropuerto conflictivo, mismo número de pasajeros y la sensación que un aeropuerto (Barajas) tiene un Estado detrás suyo y al otro (El Prat) solo le queda el derecho al pataleo.

Pero ojo: también queda a los catalanes el derecho al recuerdo. Un arma que ni es de destrucción masiva, ni tiene la fuerza de un Estado. Pero que suma de aquí y de allá frente al menosprecio permanente y la soberbia.