Le ha tocado el turno a los bancos que financian start-ups. Sillicon Valley Bank, entidad financiera especializada en ser el vehículo financiero para empresas tecnológicas de nueva creación, se desplomó el pasado jueves, perdiendo el 60% de su valor en apenas unas horas. El pánico se contagió al mercado de valores estadounidense con riesgo de contagio mundial y caída de las bolsas.

Últimamente, no ganamos para sustos.

¿O sí?

Pues sí. Sí que ganamos para sustos. Ya podemos ir haciéndonos a la idea. Seamos sinceros. Desde 2001, en apenas quince años, hemos tenido unas crisis increíbles, enormes, imprevistas, no detectables, sistémicas, globales y agudas. La crisis puntocom fue la primera. En 2007, la subprime. En 2008, el derrumbe del sector inmobiliario casi a escala planetaria (pocos países quedaron indemnes). En 2019, la crisis del Covid. En 2021, la crisis de las materias primas y la cadena de abastecimiento mundial, que empezó con los semiconductores y los microchips, produciendo paradas de producción en muchas de las factorías de automóviles de Europa; en 2022, la repentina y sobrevenida crisis energética que, trasladada a los costes de la energía, produjo inflaciones de doble dígito…

Nassin Taleb los llamó cisnes negros. Sucesos anómalos que no pueden preverse. Si Taleb fuera catalán, probablemente los habría llamado gorilas blancos. Copito de nieve era más universal que los cisnes negros. Y un gorila refleja mejor que un cisne, delicado y fino, la fuerza y explosividad de los cambios a los que nos referimos.

¿Por qué cada vez hay más cisnes negros? Pues es muy simple. Porque estamos en un mundo global, interconectado y donde las interdependencias ya no solo son enormes, sino que se contagian a la velocidad de la luz. Los vericuetos y mecanismos mediante los cuales los cambios económicos de países relevantes del planeta se traducen en alteraciones en el resto del mundo son imprevisibles. Y son imprevisibles porque se originan en fenómenos, mercados y organizaciones que, muy a menudo, ni los economistas ni los servicios de estudios de las grandes instituciones controlan.

¿Por qué ninguna institución en el mundo advirtió sobre la crisis de la cadena de suministro? Todas las previsiones económicas de PIB para 2022 eran de una gran fiesta. Cierto que en la guerra entre Ucrania y Rusia no podía saberse y que fue uno de los detonantes del problema. Pero no fue el único. Transportes, problemas con los buques, ausencia de conductores, dificultades de coordinación de los eslabones de los sistemas de distribución es información que reside en las empresas, que los directivos detectan, pero que no necesariamente llegan a los departamentos de estudios de todas las instituciones que realizan previsiones.

Y eso nos lleva a las características de las crisis de este siglo XXI. Van a ser mucho más frecuentes. Van a ser mucho más impredecibles. Van a ser mucho más grandes. Van a ser más agudas. Pero la buena noticia es que van a ser mucho más breves. Y van a ser más breves por el mismo motivo por el cual son frecuentes. En un mundo interdependiente y global, es más fácil que se encuentren soluciones o alternativas.

Como muestra, un botón. La crisis de abastecimiento de gas y modelo energético europeo ha logrado ser revertido en menos de nueve meses. ¡Nueve meses! Buques metaneros, nuevos países suministradores, acuerdos con Estados Unidos, etc. Cuatro décadas atrás, habrían sido necesarios varios años para darle la vuelta a la dependencia europea del gas ruso.

Realmente, la globalización está modificando la interpretación y análisis de la economía, tal y como la conocemos. Los académicos, teóricos y pensadores de la ciencia lúgubre, como tildó Thomas Carlyle a la economía, tenemos deberes. No es que la economía esté cambiando. Los conceptos probablemente siguen siendo válidos. Pero no así la forma, velocidad y naturaleza de las relaciones.

Quienes dirigen negocios, quienes gestionan marcas, productos y capitanean grandes organizaciones son víctimas y protagonistas de estos cambios. La resiliencia, la flexibilidad y la velocidad de respuesta son las principales cualidades y capacidades que en momentos así debe albergar una organización. Cualquier cosa puede suceder; en cualquier momento. Todo es susceptible de modificarse de la noche a la mañana. Pero las empresas han de seguir adelante. Así que no queda otra que la capacidad de adaptación. El otro día invitado a exponer la situación económica actual por parte una importante empresa del IBEX-35 cerré mi ponencia así:

En el contexto actual las partidas no las van a ganar los más listos. Las van a ganar los más rápidos.