Hace tiempo que la obsesión de muchos instagramers, youtubers, influencers y otros nuevos perfiles que la sociedad 4.0 ha traído está degenerando de mala manera. El yotuber de 'caranchoa' ya le vio las orejas al lobo. Pero no aprenden. El empeño por grabar imágenes cuquifufis y conseguir likes, a menudo, provoca vergüenza ajena. Como las que han grabado Danna y Maribe.

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Las dos chicas valencianas han decidido bajar de su zona de confort. Han cogido el coche, el móvil para grabarlo todo, y no han parado de reír emocionadas y pensando que lo que hacían era merecedor de un premio Nobel de la Paz. Han ido a la despensa de casa y han reunido todas las bolsas de magdalenas que tenían. ¿Y qué han hecho con ellas? Lanzarlas por la ventana a los indigentes: "Maribe ha decidido meterse en barrios... pues así, barrios pobres conflictivos de Valencia y está abriendo mi ventana, mi ventana, no la suya y dando así, conforme se va encontrando a gente". Todo, bien acompañado de muchas carcajadas.

"Toooma, como la cabalgata de los reyes"... Qué risa, ¿verdad? Qué gracia. Las Gaspara y Baltasara de Valencia, satisfechas repartiendo magdalenas, porque "me gusta más porque ves la cara de a quien se lo das", dice una. "Es que a la gente se le ilumina la cara, ¿verdad? Lo fácil es coger las bolsas y llevarlas a la casa de la caridad o a Cáritas", salta la otra.

Después de las críticas, las dos protagonistas manifiestan sentir estar "flipando, pero fliipando en otros niveles" y que tienen la conciencia muy tranquila delante del alud de "bestialidades" que dicen que han recibido... No hay ningún problema en dar de comer o ayudar a indigentes cara a cara. El problema es hacer un espectáculo grotesco. Pero probablemente este par no entiendan qué significa hacer algo sin tener que grabarlo.