Lejos del glamour y las portadas de revistas, Tamara Falcó ha vivido un calvario que pocos imaginaban. En una confesión inesperada durante su participación en El Hormiguero, la socialité reveló que llegó a aumentar casi 20 kilos por culpa del estrés y la ansiedad. "Solo comía filetes y tortilla de patatas", relató sin filtros ante un atónito Pablo Motos. Y agregó: "Estaba en casa metida, todos mis problemas se me venían encima y solo comía eso". Tamara se hundía en una rutina alimentaria autodestructiva, marcada por el aislamiento pandémico y las secuelas emocionales de un duelo no superado.

La imagen sonriente que proyectaba ocultaba un problema que crecía en silencio. Fue Isabel Preysler, su madre, quien dio la voz de alarma al notar el deterioro físico y anímico de su hija. “Me decía que no sonreía, que no se me veían los ojos", confesó Tamara, abriendo así la puerta a un proceso de transformación que no ha estado exento de recaídas ni polémicas.

Tamara Falcó e Isabel Preysler / GTRES
Tamara Falcó e Isabel Preysler / Gtres

Clínica Buchinger: el refugio dorado de los famosos en crisis

El centro donde la marquesa ha encontrado consuelo no es un lugar cualquiera. Se trata de la Clínica Buchinger Wilhelmi, situada en Marbella, un santuario de salud elitista al que acuden las figuras más influyentes del panorama nacional e internacional. Con tarifas que oscilan entre los 5.000 y los 30.000 euros por una estancia de dos semanas, este refugio de lujo combina terapias endocrinológicas, ayuno terapéutico y asistencia psicológica de primer nivel.

Allí, Tamara no solo logró identificar un hipotiroidismo que agravaba su estado físico, sino que comenzó un intenso proceso de desintoxicación emocional. Según fuentes cercanas, fue Mario Vargas Llosa, expareja de su madre, quien le recomendó por primera vez este centro tras verla abatida y sin rumbo. Desde entonces, las entradas y salidas de Falcó en la clínica se han convertido en un patrón recurrente. No es solo por estética: hay algo más profundo que la empuja a regresar constantemente.

Transformación física... pero con recaídas frecuentes

La reaparición pública de Tamara en eventos sociales desató elogios: más delgada, luminosa y segura de sí misma. Sin embargo, su entorno confirma que este proceso ha sido todo menos lineal. Las visitas a la clínica se han intensificado en los últimos meses, señal de que la marquesa aún libra una dura batalla interna. El estrés, las presiones mediáticas y las exigencias de su apellido continúan pesando sobre sus hombros como una losa.

Tamara Falcó / Gtres
Tamara Falcó / Gtres

Los programas de 14 días que realiza en Buchinger incluyen únicamente caldos, zumos e infusiones, acompañados de yoga y caminatas meditativas. Para muchos, un capricho al alcance de pocos; para Tamara, una necesidad urgente de reencontrarse con su equilibrio perdido. "Mis dietistas, el deporte y las visitas a la clínica", resume ella con aparente naturalidad, aunque los expertos advierten que la oscilación constante de peso y estado anímico puede pasar factura a largo plazo.

El peso de ser hija de Isabel Preysler parece haber cobrado una factura emocional elevada. Tamara no solo ha intentado llenar ese molde de perfección mediática, sino que ha cargado con el duelo, la presión del apellido y las expectativas del público. Como ella misma reconoció, acudir al psicólogo fue un paso imprescindible para comprender que la raíz del problema no era solo física, sino también emocional.