Un testigo muy esperado del juicio al procés era el de Gabriel Rufián. Tiene una de las lenguas más afiladas de la tribuna del Congreso de los diputados. Tan afilada como su dedo pulgar cuando escribe tuits. En un entorno todavía más hostil como la Sala de lo Penal del TS, el diputado republicano se ha desenvuelto como pez en el agua. Ha repartido a la ultraderecha, la de dentro y la de fuera de la sala. Y ha tenido un último gesto inédito. Ha dado la mano uno a uno a todos los acusados. ¿Todos? No. Uno se ha quedado con aquella cara del que espera un saludo y no la recibe. Son 17 imprescindibles segundos:

Rufián recoge el DNI (aquel que sus enemigos le reprochan: ¿Qué pone en tu DNI?), saluda a alguien que se sienta en la zona de los abogados, seguramente Oriol Junqueras que tiene la potestad para sentarse allí. Y saluda afectuosamente a todos los que están sentados a su alcance: Forn, Turull, Rull, Sànchez, Cuixart, Borràs, Mundó y... ya está. El exconseller Santi Vila no recibe la atención del de ERC. Le hace la cobra. Rufián tiene dicho que prefiere una Catalunya de muchos Albanos Dantes y menos Santis Vilas.

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Santi Vila no gusta a los independentistas. Desde El Jueves a Josep M. Mainat, pasando por Marc Martínez. Rufián acostumbra a hablar de nueve presos políticos y de once independentistas. En el banquillo de los acusados se sientan 12 personas (9 encarceladas y 3 en libertad condicional). Rufián no considera a Vila independentista:

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Cada noche, cuando acaba la sesión del juicio, nueve presos políticos vuelven a dormir a la cárcel, dos acusados vuelven al hotel y Santi Vila vuelve a lo suyo.