La vida, a veces, puede ser maravillosa, pero en muchas otras ocasiones, puede ser complicada. No es fácil ir abriéndose camino, salir adelante profesionalmente hablando, sea la profesión que sea, y lo más normal es que quien más quien menos, pase por momentos difíciles, económicamente hablando, y se tengan que tomar medidas de choque. En el mundo del periodismo, lamentablemente, también es así. Muchos profesionales excelentes han vivido penurias por un motivo u otro, falta de ofertas, trabajos poco o mal remunerados, y decisiones unilaterales de urgencia para hacerles frente. Es lo que también vivió hace unos años una de las presentadoras de TV3 que actualmente es feliz, se siente realizada y tiene la suerte de tener programa cada día de lunes a viernes. Hablamos de Marina Romero, presentadora y directora del programa Mésnit (antes, Més 324).
Marina defiende con talento, profesionalidad y empatía su programa, cada noche nos acerca todo lo que ha pasado y lo hace reflexionando sobre por qué ha pasado, con la voluntad de seguir siendo un centro de debate de ideas y del análisis de la actividad política, pero también con un ojo puesto en la cultura, con voces que enriquecen e impactan en nuestras vidas, desde la literatura, el teatro, la música, el cine y todo tipo de artes escénicas, rodeándose de expertos, tertulianos e invitados a su plató, que antes que ella, conducía Xavier Graset antes de que lo destinaran cada tarde a La Selva.
Romero está muy agradecida por la confianza para encabezar esta nueva etapa del Mésnit, y afortunadamente para ella y su familia, la economía en casa va bien. Pero hubo un tiempo en que no fue así. En una entrevista muy recomendable para el diario Ara, Marina, que ahora tiene 40 años, ha hablado de su relación personal con el dinero, y ha confesado que lo pasó mal cuando tenía 32 años. De familia trabajadora ("No hemos tenido grandes lujos, pero sí unos valores vitales muy sólidos"), ahora la periodista es muy feliz haciendo lo que más le gusta, lo que estudió, y todas las oportunidades que le han ido llegando en la vida ("Hay mucha gente que ha confiado en mí antes de que yo confiara en mí misma"), pero ella, como muchos otros, han probado la parte amarga de esta profesión que a veces puede ser “un mundo superdifícil: a mí me ha costado mucho. He pasado por muchos trabajos y he tenido contratos muy precarios”. En este sentido, su peor momento profesional, con diferencia, fue cuando tenía 32 años. ¿Por qué? Porque “tuve que volver a vivir a casa de mi madre porque me quedé sin ahorros. Pensé 'yo no puedo vivir de esto'. Ves que la vida pasa y te preguntas por qué tú no sales adelante. Si pagaba un alquiler, no tenía para vivir”, dice, de una época en la que le costó mucho encontrar trabajo.
Eso sí, Marina, optimista por naturaleza, de todo extrae algo positivo, también de aquellos días: “Me enseñó mucho, esta época. Ahora valoro mucho cada cosa que hago y me siento muy orgullosa de ser autosuficiente económicamente”.
