A sus 90 años, Sir Norman Foster sigue siendo una leyenda viva de la arquitectura. Su nombre está ligado a algunos de los edificios más reconocibles del planeta, pero su mayor obra podría no estar en el acero o el cristal, sino en los hogares que ha creado para sí mismo. Junto a su esposa, Elena Ochoa, la psicóloga y galerista española que conquistó a toda una generación en los años 90, Foster ha construido un universo de refugios privados donde el arte, el diseño y la serenidad conviven en equilibrio perfecto.
El matrimonio divide su vida entre tres continentes. En Londres, poseen un ático con vistas al río Támesis, donde el arquitecto trabaja a menudo en sus bocetos y proyectos.

Norman Foster, a caballo entre tres continentes
En St. Moritz, Suiza, disfrutan de Chesa Futura, una residencia de tres plantas diseñada por el propio Foster. Su estructura curva, hecha de madera y acero, parece emerger de la nieve alpina como una obra futurista en medio de la naturaleza. Su valor actual podría superar los 40 millones de euros, dada la exclusividad de la zona y el prestigio del creador.

En Singapur, el matrimonio mantiene otra residencia de ensueño en Leedon Park, un oasis tropical que combina lujo y sostenibilidad. Pero la joya más preciada de todas está en Madrid, en pleno barrio de Chamberí. Allí, en la elegante calle Monte Esquinza 48, se alza el palacete que alberga la Fundación Foster, un edificio que, además de funcionar como archivo y galería, es el hogar espiritual del arquitecto.
Palacete en pleno Madrid
El palacio fue construido en 1912 por Joaquín Saldaña para el Duque de Plasencia. Con más de 1.700 metros cuadrados, conserva su esencia aristocrática, aunque ha sido cuidadosamente restaurado por Foster para adaptarse a su estilo. Hoy, esta residencia está valorada entre 14 y 16 millones de euros. Es un espacio que combina lo histórico y lo vanguardista: molduras originales, grandes ventanales, escaleras minimalistas y luz natural que inunda cada rincón.

En el interior, la Fundación Foster guarda maquetas, planos, dibujos y documentos personales del arquitecto. También una colección permanente de arte y diseño contemporáneo, fruto de décadas de viajes y colaboraciones. Cada objeto tiene una historia, cada pieza está pensada para encajar en el espacio.

Por su parte, Elena Ochoa ha convertido este enclave madrileño en un punto de encuentro para artistas, intelectuales y diseñadores. Desde allí dirige Ivory Press, su editorial y galería de arte, con sede también en la calle Aviador Zorita. Es un centro cultural que mantiene la conexión de la pareja con España, su país de elección para el descanso y la inspiración.