Las fotos en bikini de María Patiño han corrido durante semanas por los quioscos sin que ninguna revista haya querido pagar por ellas. Esa negativa no solo supone un golpe económico, sino un impacto directo en su visibilidad y en la percepción de su relevancia mediática. Para una profesional que ha construido su carrera en torno a la crónica social, la falta de interés editorial en ese tipo de imágenes es una señal ineludible: su nombre ha dejado de atraer a los lectores.
¿Se ha perdido el interés por María Patiño?
Este desaire adquiere mayor trascendencia si se tiene en cuenta el ritual veraniego que María Patiño mantiene desde hace años. Cada temporada, la periodista viaja a Fuerteventura, donde posee una casa, y se deja fotografiar por el mismo fotógrafo de confianza. Ese material siempre encontraba acomodo en las portadas y páginas interiores de las principales cabeceras del corazón. Sin embargo, este año la situación ha cambiado de manera rotunda: ni la prensa escrita ni las revistas digitales estuvieron dispuestas a desembolsar la cifra que se pedía por las instantáneas.
La frustración de Patiño va más allá de lo meramente económico. Sabe que la supervivencia de un rostro público en el mundo del entretenimiento depende de su capacidad para generar titulares y expectación. Que las grandes publicaciones consideren que sus fotos en bikini carecen de interés equivale a un diagnóstico de desapego por parte del público. Este rechazo editorial se suma al desprestigio que ha experimentado en otros frentes de su carrera, donde cada vez existen menos espacios para su figura.
En los últimos meses, la periodista ferrolana ha visto cómo quienes fueron su familia profesional —Óscar Cornejo y Adrián Madrid, propietarios de La Fábrica de la Tele— han decidido prescindir de ella. Esa productora, ahora rebautizada como La Osa, ha dejado de incluirla en sus proyectos estrella, apostando, en cambio, por Belén Esteban, los dos Kikos y otros rostros más actuales. La falta de oportunidades en televisión ha minado el poder de convocatoria de su nombre, y la negativa de las revistas a pagar por sus fotos en traje de baño es un reflejo de ese desgaste.
Esta situación contrasta con la estrategia seguida por otras figuras de la crónica social. Gema López, por ejemplo, ha sabido mantener su papel de periodista sin entrar en dinámicas de espectáculo extremo. Aunque sufrió penalizaciones por negarse a mostrar su vida privada, ha conservado su credibilidad y un espacio de protagonismo que hoy muchos le envidian. Patiño, en cambio, abrazó plenamente el show emocional de Sálvame, despojándose de su faceta de periodista riguroso y convirtiéndose en un personaje más de un circo mediático.
¿Qué supone este rechazo?
El rechazo de las revistas a comprar las fotos en bikini supone, en realidad, un síntoma de un cambio más profundo en el mercado del corazón. Las publicaciones buscan contenidos que conecten con nuevos lectores y se alejen de las polémicas recicladas. Prefieren impulsar temas frescos, perfiles emergentes o enfoques diferentes a los que se vieron hasta la saciedad. En ese nuevo escenario, la marca María Patiño no tiene peso suficiente para justificar una inversión.