La décima edición de MasterChef Celebrity está dando más titulares de los que nadie esperaba. Entre platos, críticas y desencuentros con sus compañeros, Mariló Montero ha demostrado que no solo es una mujer de carácter, sino también alguien capaz de abrir su corazón frente a millones de espectadores. En una conversación aparentemente inocente, la presentadora sorprendió con una confesión cargada de dolor y resiliencia: la pérdida de su padre, Manuel Montero López, y de su mejor amiga en un mismo accidente de tráfico en el año 2000.
Lo que comenzó con una simple conversación con Alejo Sauras, terminó siendo una de las declaraciones más impactantes de la temporada. Mariló recordó cómo la pérdida de su “alma gemela” cambió para siempre su forma de ver la vida, dejando claro que el dolor nunca desaparece, aunque se aprenda a convivir con él.

La tragedia que marcó un antes y un después en su vida
Con apenas 19 años, Mariló se marchó a Costa Rica en busca de nuevas experiencias. Fue allí donde, por recomendación de su padre, conoció a Villar, una joven de Navarra que pronto se convirtió en su confidente, su hermana elegida, su otra mitad. Sin embargo, la fatalidad golpeó con fuerza cuando su padre y su inseparable amiga murieron en un choque frontal contra una furgoneta, tras un error fatal al volante.
“Se mataron los dos en el acto. Esa era mi alma gemela”, relató la periodista con crudeza. La escena se quedó grabada para siempre en su memoria. Y aunque confiesa que con el tiempo logró aceptar lo sucedido, no oculta que aquel episodio destrozó su juventud. “Superarse no se supera nunca, pero yo trato de llorar las cosas una sola vez. Si se lloran dos veces...”, afirmó con la frialdad que otorga haber convivido demasiado con la muerte.
Más pérdidas familiares: un destino marcado por la tragedia
Pero aquel no fue el único golpe que recibió. Años más tarde, cuando parecía que la vida le daba un respiro, la fatalidad volvió a golpear su puerta. En 2007, justo una hora antes de presentar en directo el programa Mejor lo hablamos en Canal Sur, recibió la devastadora noticia de que su hermano José Ignacio había fallecido en un accidente de tráfico con apenas 47 años.

Contra todo pronóstico, Mariló se subió al plató, sonrió ante las cámaras y condujo el programa número 100 como si nada hubiera ocurrido. Solo su entonces marido, Carlos Herrera, sabía la verdad. “No recuerdo cómo salí de ese plató, ni cómo llegué a casa, ni cómo llegué a Estella”, confesó. Una demostración de profesionalismo extremo que hoy muchos califican como casi inhumano.
Como si la vida se empeñara en ponerla a prueba, Mariló también tuvo que despedir a su madre, María del Carmen Abárzuza, víctima de ELA en 1993. Con tantas pérdidas a sus espaldas, no sorprende que la presentadora haya desarrollado una relación particular con el duelo. “La vida no te engaña, la vida sabe perfectamente que vienes para irte y ya está”, reflexionó. Pero lejos de hundirse, ha preferido transformar el dolor en aprendizaje. Ella misma admite que cuando alguien le cuenta la pérdida de un padre o una madre, lo asume con naturalidad, convencida de que enfrentar la muerte es un ejercicio que tarde o temprano nos alcanza a todos. Solo la idea de perder a sus hijos, asegura, sigue siendo un terreno imposible de aceptar.