En su última visita a El Hormiguero, Juan del Val cambió su habitual tono irónico por uno mucho más íntimo. Frente a su amigo y presentador Pablo Motos, el escritor se abrió como pocas veces antes, compartiendo no solo el proceso creativo de su nueva novela, Vera, una historia de amor, sino también las heridas personales que lo han acompañado hasta llegar a lo más alto.

Juan del Val
Juan del Val

El madrileño, que acaba de ganar el Premio Planeta, explicó que la repercusión de su obra ha sido enorme. Contó que la novela, publicada recientemente, ha recibido una acogida excelente y que, aunque no han faltado críticas, todo el ruido mediático le ha beneficiado. Dijo sentirse afortunado y feliz, porque obtener un galardón de tal magnitud no solo ha supuesto una alegría personal, sino también para las personas más cercanas a él. En sus palabras, lo demás —las polémicas, las opiniones externas— eran cuestiones menores frente a la satisfacción de haberlo conseguido.

Durante la charla, recordó emocionado la reacción de su madre al darle la noticia del premio. Ella, con una mezcla de orgullo y alivio, le mencionó todo lo que habían pasado juntos, haciendo referencia a los años difíciles que ambos vivieron cuando él era adolescente. Del Val reconoció que fue un joven problemático, marcado por un fracaso escolar que en su casa se vivió como un golpe muy duro. En su familia, los estudios eran casi una religión: todos eran universitarios, ingenieros o licenciados, y el hecho de que él no siguiera ese camino se convirtió en una herida profunda. Explicó que sentía que su falta de éxito en el colegio no solo lo afectaba a él, sino también a sus padres, que lo vivían como un reflejo de su propio fracaso educativo. Esa carga emocional —dijo— lo acompañó durante años.

También habló sobre su paso por el psicoanálisis, una etapa que definió como larga, complicada y, al mismo tiempo, sanadora. Durante cinco años, asistió a terapia con el propósito de entenderse mejor y dejar de huir de sí mismo. Aseguró que ese proceso lo transformó profundamente, ayudándole a aceptar sus errores y reconciliarse con su pasado. “A mí me salvó”, confesó sin rodeos.

Entre los recuerdos más duros, el autor mencionó sus primeros trabajos. Antes de dedicarse a la escritura, pasó tres años como albañil. Tenía solo 17 años cuando empezó, y su primer día fue, según él, un desastre: al cargar sacos de cemento de más de 20 kilos, cayó en una zanja llena de residuos de una depuradora. Todos sus compañeros se rieron, y aunque con el tiempo aprendió a tomárselo con humor, reconoció que aquel momento fue humillante y le dejó marcado.

Juan del Val ataca a las críticas feroces de su libro 

Ya en el presente, Juan del Val reflexionó sobre cómo vive el éxito. Contó que la felicidad de las personas que lo quieren le sirve de señal de que, al menos, hay cosas que hace bien. Sabe que sus opiniones y su carácter directo le han granjeado críticas, tanto por su papel en El Hormiguero como por rivalidades entre editoriales. Pero lo asume con serenidad. A estas alturas nadie podrá quitarle la alegría de haber llegado hasta aquí. Y si algo ha aprendido de su camino, es que los milagros también se construyen con esfuerzo, paciencia y heridas que cicatrizan.

En redes sociales, los comentarios han sido implacables. “No hay por dónde cogerla”, “una historia sin alma”, “parece escrita para un programa de televisión”, son solo algunos de los mensajes que se repiten entre los usuarios más ácidos, como él, precisamente. En su entrevista hasta Jordi García, catedrático de literatura, ha sido claro: "El galardón mejor dotado de las letras españolas premia una novela sentimental que es vulgar y previsible, con personajes planos, reflexiones banales y escenas de sexo creíbles", resume Garcia. "Si este hombre es lo que ha escrito en esta novela, quizá mejor que no abandone jamás las populosas tertulias televisivas: la insipidez de su prosa es pavorosa", comenta nada más iniciar su crítica.

juan del val
juan del val