A sus 75 años, Joaquín Sabina sigue siendo ese poeta desordenado y brillante que se resiste a obedecer las reglas del paso del tiempo. El cantautor siempre que aparece nos brinda de esas frases que ya son marca de la casa: “Mi médico me dijo que bebiera dos litros al día… y nunca especificó que fueran de agua”. Una sentencia irónica, descarada y profundamente “sabinesca”, que ha reabierto el debate sobre cómo el artista afronta su madurez.
Un antes y un después marcado por la salud
Aunque siempre ha jugado con esa imagen de bohemio incorregible, Sabina reconoce que su vida dio un giro radical tras el accidente cerebrovascular que sufrió hace años. Ese episodio, que él describe como un “aviso en voz alta”, lo obligó a revisar hábitos que antes ignoraba. Menos noches sin final, menos excesos, más conciencia del cuerpo. Pero sin perder el ingenio ni la ironía: “Bebo por prescripción facultativa”, bromeó recientemente en televisión, arrancando carcajadas del público.

En realidad, tras esa frase hay una verdad más profunda. Sabina aprendió que cuidarse no significa renunciar a lo que uno es, sino encontrar un equilibrio que permita seguir escribiendo, cantando y viviendo con la intensidad que lo caracteriza. Ese equilibrio pasa por la alimentación, simple pero ordenada, el descanso y un movimiento constante que él resume en “no dejar de hacer canciones”.
El verdadero secreto es mantenerse en movimiento
El jerezano asegura que lo que realmente lo mantiene “joven” no está en los litros que bebe, sino en la actitud. En mirar el mundo con la misma curiosidad de siempre, en agarrarse al humor incluso cuando soplan tormentas, y en no perder la capacidad de sorprenderse. Su equipo más cercano confirma que Sabina camina más, duerme mejor y dedica horas a leer y escribir cada día.
Esa risa socarrona que nunca se le ha caído, ese verso que aparece en mitad de una conversación y esa manía de vivir a su manera son, en realidad, su auténtico elixir. No se trata de fórmulas mágicas ni dietas estrictas: es su espíritu, indomable y lúcido, el que parece mantenerlo en pie.
Así pues, mientras otros buscan el secreto de la eterna juventud en manuales y rutinas imposibles, Joaquín Sabina continúa defendiendo que la clave está en seguir andando, rimando y burlándose de uno mismo. Y en su caso, por supuesto, también en esos dos litros al día cuya composición solo él decide.