Joaquín Sabina acaba de cerrar un capítulo histórico de su trayectoria. Lo hizo en Madrid, frente a un público entregado. Un adiós simbólico. Un final emocionante. Su gira “Hola y adiós” echó el telón después de 71 conciertos repartidos por medio mundo. Diez de ellos en el Movistar Arena. Allí pronunció una frase que paralizó el recinto: “Este concierto es el último de mi vida”. Breve. Rotunda. Cargada de nostalgia. Pero también afirmó que su creatividad sigue viva. Que él no ha terminado. Que aún tiene historias que contar.

Sin embargo, mientras su carrera artística permanece en pie, su relación con el dinero es otro cantar. Él mismo lo ha dicho mil veces. “Soy un inútil con el dinero”. Y no lo dice para provocar. Lo dice porque es verdad. Joaquín Sabina nunca ha fingido ser un experto en números. Ni en inversiones. Ni en burocracia. Su terreno es la poesía. Las canciones. Durante años delegó sus asuntos económicos en una estructura empresarial amplia, compartida con su primera esposa, Isabel Oliart. Funcionó un tiempo. Hasta que llegó el golpe.

Joaquín Sabina
Joaquín Sabina

El punto débil de Joaquín Sabina son las cuentas

Ese golpe se llamó Hacienda. Un pulso duro y costoso. En 2023, el Tribunal Supremo sentenció que debía pagar 2,5 millones de euros por irregularidades fiscales cometidas entre 2008 y 2010. Una cifra que asustaría a cualquiera. Joaquín Sabina, fiel a su estilo, confesó ante el juez lo que siempre supo: “Nunca he valido para el dinero. Ni para papeles. Ni para cuentas”. Era un alivio decirlo, pero también una condena.

Tras ese batacazo, el artista decidió simplificar su mundo financiero. Reunió todo en una sola sociedad: Ultramarinos Finos. Desde allí gestiona sus derechos de autor. Sus ingresos musicales. Su actividad creativa. Y contra todo pronóstico, la empresa va viento en popa. El último balance refleja un patrimonio neto de 5,7 millones de euros. Una liquidez notable: más de 6 millones en efectivo. Ni rastro de deudas bancarias. Orden dentro del caos.

Para Joaquín Sabina, el dinero no está entre lo más importante

Además, esa empresa sostiene reservas importantes. Activos inmobiliarios en Madrid y Rota. Propiedades que aportan estabilidad a un hombre que siempre vivió en equilibrio inestable. La sociedad está dividida entre Sabina y su esposa, Jimena Coronado, con quien comparte más de 30 años de amor y un matrimonio desde 2020. Ella ha sido su apoyo, su calma. Su ancla. La mitad de todo es de los dos.

Joaquin Sabina con Jimena
Joaquin Sabina con Jimena Coronado

El músico también forma parte de varias Agrupaciones de Interés Económico vinculadas al campo de la investigación y el desarrollo. Aun así, Sabina insiste en lo mismo: ha ganado mucho, pero le queda muy poco. No habla solo de dinero. Habla del tiempo. De la vida. De los amigos que ya no están. De los escenarios que empiezan a apagarse. Y, quizá, de esa melancolía que siempre lo acompaña. Porque Sabina, incluso cuando cierra una etapa, sigue siendo Sabina. Un poeta que nunca aprendió a contar billetes, pero sí a contar verdades.