A los 76 años, Joaquín Sabina ha tomado una decisión que muchos intuían, pero que él nunca había confirmado. El cantautor se jubila. Da un paso atrás. Baja el ritmo. Y elige dónde quiere vivir esta nueva etapa: su casa del pueblo. Un refugio sencillo. Tranquilo. Frente al mar. Un rincón de Rota, en la costa de Cádiz, que siempre le ha devuelto la paz que la vida artística le quitaba.
Sabina lleva décadas declarando su amor por Cádiz. Por sus playas. Por su gente. Por su luz. Allí fue pregonero del Carnaval en 2019, uno de los momentos más recordados por sus seguidores. Pero lo que casi nadie sabía es que, desde hace años, el cantante guarda un secreto muy bien protegido: una vivienda frente al mar, discreta y muy suya, donde se escapaba cada vez que la gira lo permitía. Ahora será su destino definitivo.

Joaquín Sabina elige el lugar donde vivir tras jubilarse
La casa está ubicada en Rota, un municipio querido por miles de visitantes. Un pueblo de arena fina, de calles blancas, de vida calmada. Sabina eligió este lugar por lo mismo que lo eligen tantos: su mar inmenso, su ritmo lento, su gastronomía fresca. Y, sobre todo, su capacidad para detener el tiempo. Allí nadie le agobia. Nadie le persigue. Rota le permite ser simplemente Joaquín, no la leyenda.
El artista conoce bien la zona. La Playa de la Costilla y la Playa de la Ballena están a pocos minutos de su vivienda. Son kilométricas. Luminosas. Familiares. Ideales para caminar al amanecer, algo que Sabina, según cuentan quienes lo han visto allí, disfruta cuando puede. El mar siempre fue uno de sus refugios cuando las giras, los escenarios y el ruido le sobrepasaban.

Buen tiempo, tranquilidad, buena gastronomía…
El encanto de Rota no termina en sus playas. Su gastronomía es una joya. Sabina lo sabe. Los bares del centro, los restaurantes con pescado fresco, las tabernas centenarias… Todo ese universo culinario fue conquistándolo poco a poco. La localidad es también un cruce de culturas desde que la Base Naval estadounidense se instaló allí en 1953. Un lugar donde conviven rutinas militares, familias norteamericanas y tradiciones andaluzas. Una mezcla curiosa. Vibrante. Única.
Pero Sabina no se muda a Rota solo por belleza. También lo hace por historia. Por raíces emocionales. Por la necesidad de detenerse. Tras una vida nómada, de conciertos, noches largas y viajes eternos, ahora busca calma. Busca rutina. Busca silencio. Y en esa casa del pueblo, modesta y cercana al mar, ha encontrado lo que necesitaba. Él mismo ha dicho en privado que quiere “vivir más despacio”.