La relación entre Joaquín Sabina y Joan Manuel Serrat siempre ha estado rodeada de admiración mutua, complicidad artística y un humor que solo se permiten los amigos de verdad. Pero hay un detalle que muy pocos conocen. Un detalle extraño. Divertido. Muy suyo. Serrat nunca habla por teléfono con Sabina. No porque no quiera. No porque no le apetezca. Sino porque Sabina, simplemente, no coge el teléfono. Nunca. Jamás.

La explicación está en la peculiar manera de vivir del artista jienense. Sabina es un bohemio por vocación. Un hombre ajeno a lo digital. Un poeta que nunca se sintió cómodo hablando a máquinas. Desde joven ha rechazado lo convencional. Ha vivido rodeado de libros, de amigos, de humo, de música y de noches que se alargaban hasta el amanecer. Su famoso edificio de tres plantas en el centro de Madrid, cerca del Rastro, fue durante décadas un templo de encuentros, tertulias y juergas. Un refugio donde todo podía pasar y donde muchos entraban con la libertad que él mismo ofrecía: les daba copias de sus propias llaves.

Joaquin Sabina GTRES

Joaquín Sabina es más de los encuentros tradicionales que de hablar por teléfono

En ese ambiente tan suyo, hablar por teléfono nunca encajó. Sabina prefiere lo real. Lo físico y palpable. Prefiere sentarse frente a alguien, mirarle a los ojos, soltar una broma, pedir un café o una cerveza. Lo suyo es el contacto directo. Lo que ahora muchos llaman “vintage”, pero que él ha defendido toda la vida. Para Sabina, las conversaciones importantes necesitan un rostro delante. Necesitan un gesto, un tono. Algo que el móvil o el teléfono convencional jamás podrán reproducir.

Por eso, incluso con sus amigos íntimos, mantiene esa norma no escrita. Y Joan Manuel Serrat lo sabe mejor que nadie. Serrat, que ha compartido con él escenarios, giras, canciones y momentos inolvidables, ha intentado llamar a Sabina en más de una ocasión. Y siempre ha ocurrido lo mismo: tono de llamada… y silencio. Porque Sabina no descuelga. No le interesa. No forma parte de su manera de relacionarse con el mundo.

Joan Manuel Serrat

‘La Jime’ ejerce de secretaria personal

En realidad, la persona que se ocupa del teléfono en la casa del cantautor es Jimena Coronado. “La Jime”. Su compañera desde 1999, la mujer que lo deslumbró con una cámara y que hoy ejerce, además, de filtro. Es su enlace, su secretaria improvisada. Cualquier mensaje, aviso o recado, pasa por ella. Ella decide cuándo es oportuno comunicar algo. Y Sabina, encantado. Para él es perfecto.

Serrat, resignado pero con humor, ha asumido esta dinámica. Sabe que si quiere hablar con su amigo, tiene que verlo en persona. Un encuentro con vino o café. Una conversación larga. Sin prisas. De las que ellos disfrutan. De las que valen de verdad.