Uno de los programas más imprescindibles de la parrilla radiofónica catalana es El búnquer de Catalunya Ràdio, con los grandes Jair Domínguez y Peyu, uno de los programas de cabecera recomendados desde hace tiempo por Quim Monzó. La propuesta irreverente e hilarante de este par es un imperdible antes de que acabe el día, poco antes de la medianoche.

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Peyu y Jair Domínguez / Catalunya Ràdio

En el programa de este martes, los dos presentadores hablaban de la catalanidad, vía antepasados, de una ex estrella del fútbol, un jugador inclasificable, talentoso y agrio, que se hizo famoso, aparte de por sus goles con Francia o el United, por haber saltado como un loco a darle una patada a un aficionado: el gran e inimitable Eric Cantona.

Después de alabar su figura, pasan a hablar de otra cosa donde los pies también tienen mucha importancia, pero no para hacer artes marciales como el enfant terrible del fútbol francés, sino para llevar a cabo una práctica mucho más pausada y rítmica: la sardana. Un baile nuestro que ha provocado una hilarante confesión. Empieza Peyu elogiando la profesionalidad de los sardanistas, siempre ponen el pie en el mismo lugar, "da impresión". Se añade la colaboradora y humorista Neusssi para revelar que su padre, para bailar sardanas, tenía que ir un poco espumoso, se tenía que tomar alguna copita, para la vergüenza. La pareja se abona: "es el colmo de la catalanidad. La sardana es una cosa tan desenfrenada, tan loca, que si no te emborrachas, si no vas borracho, te da vergüenza".

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Peyu y Jair Domínguez / Catalunya Ràdio

Pero la mejor confesión la hizo Jair. Una imagen que presenció que no ha podido borrar de su cabeza. En medio de una sardana, mientras sonaba la música y todo el círculo e cogía las manos e iba dando los pertinentes pasos... "lo que sí vi un día y no lo olvidaré nunca era un señor que estaba bailando la sardana vestido..., pero no llevaba calzoncillos... ¿cómo lo supe? Porque estaba tomando una cerveza y tenía al señor exactamente delante. Siempre se ha dicho que no vayas a bailar una sardana sin sujetadores..., pero sin calzoncillos tampoco".

Quizás aquel día La Santa Espina fue más terrenal que nunca.