Durante años, Isabel Preysler fue el centro de todas las miradas en la alta sociedad española, pero su influencia fue mucho más allá de los flashes y las portadas. Detrás de su sonrisa impecable y su elegancia de porcelana, se esconde una historia que ha dejado a más de uno con escalofríos. Y es que, tras el fallecimiento de Mario Vargas Llosa, las piezas del rompecabezas comenzaron a encajar: la reina de corazones de papel couché era temida, incluso odiada, por los hijos del Nobel. ¿Por qué? La respuesta parece estar en la etiqueta que le colgaron en silencio: la viuda negra.
Los rumores no son nuevos. Desde que el escritor peruano apareció junto a Preysler en una escandalosa portada de la revista ‘¡Hola!’, las alarmas se encendieron en el clan Llosa. Álvaro, Morgana y Gonzalo, los tres hijos del autor, se volcaron en defensa de su madre, Patricia Llosa, acusando indirectamente a Isabel de haber destruido un matrimonio de décadas. Pero lo que pocos sabían era que el rechazo no era solo moral: era visceral. Le temían. Literalmente.
Los hijos de Vargas Llosa la vetaron en sus últimos días
Conocida por su historial amoroso envuelto en tragedias, Isabel Preysler había perdido ya a dos de sus tres maridos cuando inició su relación con Mario. Primero fue el aristócrata Carlos Falcó, del que ya estaba divorciada, y luego el político Miguel Boyer. Ambos fallecieron, dejando una estela de misterio que alimentó la fama negativa que la rodeaba. Por eso, cuando el Nobel se embarcó en esta relación, sus hijos presintieron lo peor.
Y así ocurrió. A medida que la salud del Nobel se deterioraba, los herederos tomaron cartas en el asunto. Se dice que Isabel intentó contactarlo en sus últimos días, movida —dicen algunos— por la nostalgia, el remordimiento o quizá el ego herido. Pero fue detenida en seco. Según fuentes cercanas, Álvaro, Gonzalo y Morgana le prohibieron el contacto, incluso con amenazas legales. El mensaje era claro: no era bienvenida. Ni siquiera para un adiós.
La guerra fría con los Llosa: traición, silencios y exclusiones
La tensión venía de lejos. Durante los ocho años que duró el mediático romance, Isabel Preysler y los hijos de Mario mantuvieron una relación gélida, por no decir inexistente. Nunca la aceptaron, nunca compartieron una cena o un evento familiar con ella. De hecho, cuando Álvaro visitaba a su padre, evitaba pisar la casa de Preysler, optando por encuentros en otros lugares, como si se tratara de una negociación diplomática.
La gran incógnita que aún persiste es si Mario Vargas Llosa realmente amó a Isabel Preysler, o si simplemente cayó bajo el hechizo de su mundo reluciente. Aficionado a las luces, a los eventos palaciegos y a las cámaras, el Nobel parecía disfrutar de esa nueva vida de celebridad, más cercana a las pasarelas que a las bibliotecas.
A pesar de todo, Isabel intentó despedirse. Lo pidió. Llamó. Y la puerta le fue cerrada con firmeza. No hubo flores, ni cartas, ni apariciones en el funeral. Los hijos de Vargas Llosa no perdonaron, ni olvidaron. Para ellos, ella fue la causante del dolor de su madre, la intrusa que desestabilizó todo. Aun así, la sombra inquietante de Isabel Preysler, la mujer que fascinó al Nobel y aterrorizó a sus hijos, sigue presente, con ese halo de misterio que solo las auténticas “viudas negras” saben tejer.