Desde que Tamara Falcó e Íñigo Onieva se casaron en julio de 2023, mucho ha cambiado en el universo social que rodea a la hija de Isabel Preysler. Lo que parecía una unión de dos mundos —el de la aristocracia tradicional y el de la modernidad empresarial— se ha convertido, según apuntan fuentes cercanas, en una especie de "reconversión silenciosa" de Tamara, quien ha ido perdiendo progresivamente el contacto cercano y cotidiano con su entorno familiar más mediático, en especial con su madre, la reina de corazones.

Según reportes recientes y testimonios recogidos en círculos próximos a la pareja, Íñigo Onieva estaría siendo determinante en ese cambio de dinámica. Lejos de acercarse al núcleo familiar Preysler, Íñigo habría optado por integrar a Tamara en su propio mundo, mucho más alejado de los focos tradicionales del corazón y centrado en relaciones familiares más discretas, planes menos glamurosos y, sobre todo, una vida de pareja marcada por su liderazgo en el día a día.

Aunque en el pasado Tamara y su madre eran inseparables —tanto en lo emocional como en lo social—, hoy en día es cada vez más raro verlas compartiendo eventos, viajes o incluso momentos públicos. Ni Tamara acompaña a Isabel en sus habituales apariciones, ni Isabel parece tener mucha presencia en la nueva vida conyugal de su hija. De hecho, durante los últimos meses, Tamara ha asistido sola a actos benéficos o presentaciones, sin la compañía de su madre ni de Íñigo, lo que ha hecho saltar las alarmas entre sus seguidores más atentos.

Los que conocen bien a la familia aseguran que Tamara ha ido adoptando costumbres, preferencias y círculos más cercanos al universo Onieva. Vacaciones en lugares menos visibles, celebraciones familiares con la madre y hermana de Íñigo, y fines de semana que antes eran patrimonio exclusivo de Villa Meona, ahora se reparten en espacios donde Isabel Preysler no es figura habitual.

Este cambio, según apuntan fuentes del entorno de Tamara, no responde necesariamente a un conflicto abierto entre madre e hija, pero sí a un distanciamiento natural promovido por la personalidad de Íñigo y por su firme deseo de tener una vida privada al margen del foco mediático que tradicionalmente ha rodeado a Tamara. En este contexto, Onieva no habría impuesto un corte directo con Isabel, pero sí habría cultivado con éxito un clima donde Tamara ya no siente la necesidad constante de contar con la aprobación o compañía materna.

Cada vez más se deteriora la relación 

"Íñigo es muy celoso de su intimidad, no le gusta nada la exposición pública", comenta una fuente que conoce bien a la pareja. "Desde el principio dejó claro que no iba a formar parte del circo mediático de los Preysler, y Tamara, que lo quiere mucho, ha ido cediendo terreno sin apenas darse cuenta". Los gestos recientes refuerzan esta tesis. En Pascua, Tamara no acudió a casa de su madre, como era tradición, sino que pasó los días festivos en el sur de España con la familia Onieva. En el cumpleaños de Isabel, no hubo imágenes públicas de madre e hija juntas, y tampoco mensajes explícitos de Tamara en redes. Para muchos, estos silencios dicen más que mil palabras.

Isabel Preysler se mantiene tranquila ante incómoda situación

Mientras tanto, Isabel Preysler mantiene un perfil elegante pero distante, sin emitir declaraciones al respecto. Como ha hecho tantas veces en su vida, la matriarca del clan parece optar por el silencio como respuesta ante lo que muchos interpretan como una maniobra de Íñigo para apartar a Tamara del aura Preysler y convertirla, poco a poco, en la esposa que encaja con su mundo, y no al revés. Habrá que ver si este alejamiento es temporal o definitivo. Pero lo cierto es que Tamara Falcó ya no es la misma que antes de casarse, y cada vez parece estar más alineada con la visión de Íñigo Onieva: menos Preysler, más Onieva.