Hablar de Jennifer Aniston es evocar glamour, comedia y éxito internacional. Sin embargo, detrás de las luces de los reflectores y los aplausos, se esconde una historia enternecedora que revela su lado más humano: la del primer perro que logró conquistar su corazón. Se trata de Norman, un perro que apareció en uno de los episodios más recordados de Friends y que terminó transformándose en un compañero inseparable para la actriz. Lo que pocos saben es que este episodio televisivo no solo significó una escena cómica para los fans de la serie, sino también el inicio de una relación que cambiaría la vida de la artista para siempre. El destino, caprichoso y sorprendente, puso a Norman frente a Jennifer de una manera inesperada y el resto ya es parte de la historia de Hollywood.
El encuentro de Jennifer Aniston con su perro Norman
Durante una entrevista en The Late Show with Stephen Colbert, Jennifer Aniston reveló cómo conoció a su primer perro rescatado, un momento que la transportó directamente a los pasillos de la grabación de Friends. La actriz recordó que, en el episodio donde Joey y Chandler pierden a Ben, al bebé de Ross, en un autobús, un grupo de paseadores de perros apareció en escena. Entre todos los animales, estaba Norman, un sabueso con una mirada penetrante y un carácter imposible de ignorar. Jennifer, cautivada por aquel perro “obstinado” y difícil de manejar, decidió acercarse al entrenador de animales de la producción. Lo que recibió como respuesta la sorprendió: Norman no era considerado apto para seguir trabajando porque no obedecía ni a la primera ni a la segunda orden. Fue ahí cuando la actriz tomó una decisión radical: adoptarlo sin dudarlo.
Norman, el perro rebelde que se robó el corazón de Aniston
El carácter desafiante de Norman fue, paradójicamente, lo que más sedujo a la protagonista de The Morning Show. Mientras otros lo consideraban un animal “terco” e incontrolable, para Jennifer era justamente esa independencia lo que lo hacía especial. “Lo retiré y se quedó conmigo”, explicó la actriz al recordar cómo aquel perro terminó viviendo en su hogar hasta el año 2011. La conexión fue tan fuerte que, tras su fallecimiento, Aniston se tatuó el nombre de Norman en el pie como homenaje eterno. Un gesto íntimo y conmovedor que demuestra hasta qué punto aquel perro cambió su manera de ver la vida y los vínculos con los animales.
Hoy, la actriz convive con otros perros adoptados, Lord Chesterfield y Clyde, que llenan su casa de alegría y compañía. Pero ni ellos ni ningún otro podrán borrar el recuerdo de Norman, el perro que la llevó a abrir su corazón a la causa del rescate animal. Ese vínculo ha sido tan inspirador que incluso uno de sus actuales perros, Clyde, se transformó en la musa detrás de su nuevo proyecto literario. Un libro inspirado en Clyde, titulado Cocina con Clydeo: Un libro de cocina para niños.
A más de una década de su muerte, el recuerdo de Norman permanece imborrable. No fue un perro perfecto para la televisión, pero sí para el corazón de Jennifer Aniston. Su historia es un recordatorio de que, muchas veces, los vínculos más fuertes nacen de lo inesperado y de aquello que otros consideran un defecto. Norman no fue solo un perro rescatado: fue el inicio de una nueva Jennifer, más consciente, más sensible y con un amor eterno marcado en la piel.