Durante más de una década, Pablo Ibáñez, conocido popularmente como El Hombre de Negro, fue uno de los pilares del éxito de El Hormiguero. Su estética inconfundible —total black, gafas oscuras y aura de misterio— lo convirtió en un icono televisivo. Mientras los invitados pasaban por el plató para ser entrevistados por Pablo Motos, él permanecía allí, silencioso pero magnético, protagonizando experimentos imposibles, retos espectaculares y escenas que quedaron grabadas en la memoria de millones de espectadores.

Y es que la salida de la televisión no fue sencilla

Y es que, tras once años en antena, Ibáñez decidió dejar el programa. No hubo escándalos, ni reproches, ni despedidas explosivas. Alegó razones personales y la necesidad de buscar nuevos retos. Incluso pese a los intentos de Pablo Motos y del productor Jorge Salvador de retenerlo, su decisión estaba tomada: su etapa en El Hormiguero había terminado.

pablo ibáñez
pablo ibáñez

De este modo, probó suerte en otros formatos. Dio el salto a TVE con Hora Punta, el programa de Javier Cárdenas, pero la televisión es implacable: la cancelación llegó por baja audiencia. Sin embargo, Ibáñez no se rindió. Aceptó participar en Bailando con las estrellas, donde mostró una faceta completamente distinta: sensible, cercana, divertida y humana. Atrás quedaba el personaje hermético, aquel que fascinaba desde su silencio. En el escenario de baile, conquistó a quienes lo recordaban del programa de noche.

De los platós al anonimato: reinventarse en Madrid

De este modo, cuando la televisión comenzó a escasear en oportunidades, Pablo Ibáñez tomó una decisión radical: empezar de cero trabajando como dependiente en una tienda de tecnología en pleno centro de Madrid. Allí, lejos de cámaras y reflectores, atendía clientes, asesoraba en compras y llevaba una vida completamente normal. Algunos seguidores lo reconocieron, pero él ya no necesitaba el foco para sentirse realizado.

Y es que no se trató de un retroceso, sino de una elección consciente. Quería recuperar su libertad, su anonimato y, sobre todo, su tranquilidad. La fama da visibilidad, sí, pero también puede robar lo más valioso: la calma.

Hoy, Pablo Ibáñez vive lejos del plató que lo lanzó a la fama y, por primera vez en mucho tiempo, es él quien decide su guion. No más cámaras, no más horarios imposibles, solo su vida y la posibilidad de escribirla a su manera. Así pues, de El Hombre de Negro a dependiente, la historia de Ibáñez es un ejemplo de resiliencia y de libertad elegida.