Dormir bien es un arte que pocos dominan y que muchos sacrifican a diario por el ritmo acelerado de la vida moderna. En un contexto de estrés constante y pantallas encendidas hasta la madrugada, la Dra. Nuria Roure, reconocida experta en sueño e insomnio, ha lanzado una advertencia que está dando mucho de qué hablar: “Las siestas no hay que hacerlas más allá de las 4 de la tarde”. Esta recomendación, más que un consejo práctico, se apoya en un marco científico sólido: el ritmo circadiano regula la calidad del descanso y la conciliación nocturna. Dormir tarde la siesta puede dificultar dormir por la noche, fragmentar la continuidad del sueño y reducir la eficiencia del descanso profundo. Por el contrario, ajustar la duración y el momento de la siesta, cuando se hace con criterio, puede mejorar la vigilia diurna, la memoria y el equilibrio emocional, siempre dentro de un plan de higiene del sueño personalizado.

Lejos de la creencia popular de que dormir más horas equivale a descansar mejor, Roure subraya que la calidad del sueño es más determinante que la cantidad. Dormir ocho horas puede no servir de nada si el cerebro pasa la noche interrumpido, activado o recibiendo señales contradictorias de nuestro entorno. Y aquí entran en juego dos factores cruciales: la luz solar y el control de los hábitos diurnos.

El impacto de las siestas en la calidad del sueño nocturno

El gran error, según la especialista, es pensar que privarnos de una siesta nos garantizará dormir mejor por la noche. Nada más lejos de la realidad. El cerebro, afirma Roure, funciona como una bola de nieve: se acelera durante el día y, si no encuentra pausas para descargar tensión, llega a la noche tan activo que resulta imposible conciliar el sueño. De ahí que la siesta estratégica sea más un aliado que un enemigo, siempre y cuando se cumpla con dos reglas de oro: que sea corta, de entre 20 y 30 minutos, y que nunca se extienda más allá de las 4 de la tarde. Si se rompe esta norma, el organismo comienza a robar horas al sueño nocturno, afectando directamente la producción de melatonina, la hormona responsable de inducir el descanso.

Luz solar, melatonina y el reloj interno: la fórmula invisible del buen dormir

Uno de los aspectos más reveladores de las declaraciones de la Dra. Roure es la importancia de la luz como sincronizador del reloj biológico. Ver el sol por la mañana activa el ciclo natural del cuerpo y ayuda a regular la producción de melatonina, mientras que la exposición a pantallas por la noche envía mensajes equivocados al cerebro, haciéndole creer que aún es de día. Este desajuste lumínico genera un círculo vicioso: cansancio acumulado, irritabilidad y, en el peor de los casos, insomnio crónico. Muchas personas, en lugar de recurrir a técnicas de relajación, terminan abusando del café, la nicotina o las bebidas energéticas, estimulantes que elevan los niveles de cortisol, la hormona del estrés. El resultado es un cuerpo hiperactivo y un cerebro incapaz de descansar.

Para quienes llevan años luchando contra el insomnio, la doctora asegura que la clave está en reestructurar los hábitos diurnos: limitar la luz artificial por la noche, evitar las pantallas en la cama, introducir pequeñas siestas controladas y practicar pausas de respiración o meditación. Con esta combinación, Nuria Roure afirma que sus pacientes pasan de noches interminables a dormir entre seis y siete horas continuas en cuestión de semanas.