No es la historia de qué fue primero, si el chef o la estrella televisiva. Pero duda razonable, la hay. Y el propio Jordi Cruz, cocinero triestrellado y jurado de MasterChef, la despeja sin rodeos en el podcast 'Se me antoja by Montagud': “No he renunciado a nada por la fama".

“Sigo siendo cocinero”

Cruz, al frente del restaurante ABaC en Barcelona, no esconde su hartazgo ante quienes piensan que ha cambiado de oficio. “Grabo en Madrid y al volver paso por el restaurante. No tengo narices de no parar. Entro, saludo al equipo, reviso platos y a veces hago I+D en pleno servicio”, explica. Por eso le molesta el comentario que más escucha en sala: “Ah, estás.” Claro que estoy. Siempre he estado. Lo que pasa es que la tele da una imagen que no se corresponde con la realidad".

Jordi Cruz
Jordi Cruz

Su prioridad, dice, sigue siendo la misma que el primer día: el trabajo bien hecho. “Soy cocinero. No actor, ni presentador. Cocinero".

El equilibrio es otra de sus obsesiones. “Intento no enfadarme por tonterías y tener una visión lógica de las cosas”, confiesa. Una actitud que aprendió desde sus inicios. Cuando llegó a ABaC, Michelin le bajó una estrella. “Un inspector me dijo: ‘Chico, acabas de llegar. ¿Quieres las dos? Gánatelas".
Aquel golpe lo entendió como lección. “No las perdí. Es que nunca fueron mías. Venía con una y fui a por la segunda y la tercera".

“La fama no sustituye al esfuerzo”

Su paso por MasterChef le dio exposición, pero también etiquetas. “Me llamaron Risto, serio, chulo… pero yo solo hacía lo que hago en cocina: dar críticas reales. No juzgo a la persona, juzgo el plato". Lo dice con la misma serenidad con la que rechaza la idea de haber hecho sacrificios: “Soy tan currante que no he tenido que elegir. Hago televisión, familia y restaurante. Todo".

Por eso, cuando le preguntan si ha pagado un precio por la fama, responde seco: “No he renunciado a nada. Ni a mi oficio ni a mi vida".

Jordi Cruz   YouTube
Jordi Cruz YouTube

“Feliz, pero sin perder el suelo”

A los 47 años, Cruz se define como un hombre “equilibrado y feliz”. La paternidad, confiesa, lo ha “humanizado el doble”: “Ahora tengo miedo de dejar a mi hijo desamparado" Y aunque reconoce haber vivido épocas de vértigo, hoy está en paz: “He aprendido a quitar, quitar, quitar. Vivo en un lugar sin guerra, hago lo que me gusta y encima me han premiado por ello. ¿Qué más quiero?”

Por eso, si algún día desaparece la televisión o cambia la gastronomía, no dramatiza: “Si el mundo se llena de hot dogs, haré el mejor hot dog del mundo.