Bertín Osborne ha reaparecido públicamente. Ha asistido a una entrega de premios de su amigo 'El Turronero', empresario y entertainer preferido del españolismo. Una cita en Sevilla, donde llovía a cántaros, como en el resto de la Península y Baleares. Sin embargo, la virulencia de las precipitaciones quedó en una llovizna comparada con la mala baba que gastó el cantante y presentador en llegar al evento y comprobar que, oh sorpresa, había reporteros esperándolo. No se podía saber. Tampoco que Norberto mordería como un rottweiler.

El madrileño está sobrepasado, no soporta la presión. Los líos de faldas y los embarazos no deseados, pero tampoco prevenidos, se han convertido en su peor pesadilla. Bertín va a lo loco por la vida y pasa lo que pasa. Pone la semilla, se larga y después no quiere saber nada. De hecho, se olvida de todo. Vaya memoria, hace ayuno voluntario de rabos de pasa. Posteriormente, cuando alguien le hace un croquis y le recuerda su (ir)responsabilitat, pasa a la ofensiva. Que si frases humillantes, que si abogados y comunicados, que si pruebas de paternidad... Gabriela Guillén, la examante embarazada que ya va por el séptimo mes de gestación, podría ofrecer una clase magistral de cómo las gasta el tipo. Con un matiz todavía más cruel: el padre ha dejado de pasar dinero a la esteticista paraguaya, como castigo al sospechar que va filtrando informaciones a la prensa. Lo que faltaba para definirlo.

Gabriela Guillén GTRES
Gabriela Guillén / GTRES

Pues bien, Osborne ha estallado en cólera a las puertas de la gala benéfica, actuando como un energúmeno y pagando los platos rotos de sus miserias con los curritos. Eso también es muy propio de un personaje como este. De acuerdo, que no quiere que le saquen a los muertos del armario. Pues lo tiene fácil: un “gracias, gracias”, te vas, ciao. Que tiene experiencia en el tema, 68 tacos, tú. No: es mucho mejor sacar la vena autoritaria, déspota y desagradable contra los informadores, que podrán ser pesados, pero no son más que los enviados de agencias o programas. Que descuelgue el teléfono y le arme el escándalo a los capos de la empresa, y punto. Pero claro, eso requiere una cosa que parece que ha perdido: valentía. Pisar el cuello del pardillo sale gratis. Escupir más arriba, sin embargo, es más espinoso.

Bertín Osborne sentado GTRES
Bertín Osborne / GTRES

La secuencia es esta: Norberto llega al lugar y al oír el saludo de los reporteros, avisa: “Lo siento, lo siento, lo siento. Tío, ¿te quieres quitar de en medio?" Lógicamente, los informadores no se van, cosa que le enfurece y grita poseído, fuera de sí, violento y amenazador: "¡No voy a hablar con nadie! ¿Vale ya?” Uno de los abroncados suelta un “vale, hombre, tranquilo” que es eso que le respondes a alguien que se ha puesto histérico por la cara. Este es Bertín, no el que atendió después a otros medios con una media sonrisa de panza plena, como si no hubiera roto un plato. Pues sí, destrozó la vajilla entera. Y no es la primera vez. Ni la última.