“Voy, mido, calculo, redacto… y en más del 90% de los presupuestos no te contestan”. Antonio Molina (Olimpia Carrera, pintura y decoración) condensa así el problema que más le quema del oficio, contado en el pódcast Sector Oficios. No habla de oídas: detalla que la visita, la medición, el asesoramiento y el tiempo de confección del presupuesto quedan, la mayoría de veces, sin siquiera un “no me interesa”.
Presupuestos sin respuesta y propuesta de cobro
Para visibilizar ese trabajo invisible, Antonio ya incorpora una línea específica en sus ofertas: “medición, confección del presupuesto, desplazamiento… y luego ‘bonificado al 100%’”. Lo hace para que el cliente entienda que hay un coste real detrás. Su planteamiento es claro: cobrar la visita y descontarla de la factura si se contrata, como en “muchas otras profesiones”, y así evitar la lluvia indiscriminada de peticiones (“si 10 presupuestos costasen 30 € cada uno, alguno se lo pensaría”). También asume su parte: seguimiento posterior, consulta de dudas y explicación de qué valor añade él frente a quien solo da “un precio por pintar”.

Ese valor —según enumera— empieza antes del rodillo: ver el soporte, los muebles, la luz; asesorar en colores; entregar fichas técnicas, presupuesto detallado, seguro de responsabilidad civil y garantía por escrito. “Si uno cobra 800 y otro 1.600, tienes que justificar por qué te eligen a ti”, resume. La respuesta, insiste, no es competir a la baja, sino diferenciarse.
Precios que hunden la calidad en obra nueva
Antonio compara cifras que ha visto en el mercado: en obra nueva, “he llegado a oír precios entre 1,50 y 2,50 €/m²”. Con retenciones para repasos, “no sé qué rentabilidad le puede quedar a una empresa de pintores”. El resultado es previsible: “se va a mata caballo” y baja el acabado. En cambio, en un repintado a particular, sitúa “entre 6 y 9 €/m² aproximadamente”. La aritmética, dice, explica por qué al cliente final se le puede dedicar el tiempo que en promociones no se paga.
El intrusismo agrava el cuadro (“parece que pintar lo hace cualquiera”), pero Antonio no se queda en la queja. Tras un despido a los 47, se formó: gestión empresarial, academias de oficio (Juan Carlos París, Tinín), y hasta SEO para que su web “aparezca” cuando le buscan. En paralelo, ofrece alta decoración —marmolados, murales, piezas exclusivas— cada vez que entra a presupuestar: “Hay que ofrecerlo. La gente no lo conoce hasta que se lo enseñas”.
Su conclusión vuelve al origen: respeto por el presupuesto. Si no se acepta, basta con decirlo. “Hoy en día lo tenemos muy fácil con WhatsApp o email: ‘no me interesa’, ‘he cogido otro’”. Mientras el sector discute cómo profesionalizar la fase comercial —y si cobra o no por ella—, Antonio seguirá dejando por escrito que ese tiempo vale dinero, aunque lo bonifique. Porque, en su oficio, el primer trabajo ya no es pintar: es lograr que un presupuesto reciba respuesta.