Hay que remontarse casi 9 años atrás para recordar uno de los episodios más duros en la vida de Antonio Banderas. El actor recuerda el 26 de enero de 2017 como el día en que volvió a nacer. Se encontraba en su casa de campo de Londres realizando ejercicio físico cuando de pronto empezó a tener síntomas compatibles con un infarto. Antes de que llegase la ambulancia, su pareja, Nicole Kimpel, le administró dos aspirinas sublinguales. Una reacción que le salvó la vida.
Antonio Banderas tuvo que pasar por quirófano de forma inminente y estuvo a punto de morir. De hecho, recuerda una experiencia “fuera de su cuerpo”, como si su alma le hubiese abandonado para marcharse. Tenía obstruidas tres arterías y tuvo que paralizar sus compromisos durante varios meses, pero ahora está totalmente recuperado, aunque siempre con revisiones periódicas. Gracias a ese momento ha sabido valorar las cosas que realmente son importantes. Cambió el chip.
La pregunta que tardó en comprender y le dejó descolocado
Hace unos meses se reunió con Meryl Streep en la Fundación Princesa de Asturias de Oviedo y habló sobre ese momento y la surrealista situación que vivió con una enfermera que le atendió durante su ingreso en el hospital. “Encaré la muerte. Esa noche, entró una enfermera en la habitación y me hizo la pregunta más extraña del mundo. Me dijo: ‘Antonio, ¿crees en la cultura popular?’”.
El malagueño estaba muy débil porque habían pasado solo unas horas de la operación y aún estaba recuperándose. No entendía el motivo de esa pregunta. “Pensé: ‘¿qué narices?’ y le dije que suponía que sí. Entonces me dijo: ‘¿Por qué piensas que la gente dice te quiero con todo mi corazón y no con todo mi cerebro?’”. Intentó buscarle una explicación y pareció encontrarla. “El corazón no solo es un órgano del cuerpo que transporta oxígenos, sino también un almacén de sentimientos”, justificó. Pero los tiros no iban por ahí. “En las próximas semanas o meses verás que te vas a sentir triste y vas a estar sensible con respecto a muchas cosas”, pronosticó la sanitaria.
Los siguientes meses fueron exactamente como la enfermera había pronosticado. “Veía un cuadro o una película y me ponía a llorar. Ahora, con perspectiva, es probablemente lo mejor que me ha podido pasar en mi vida como actor, porque me abrió la puerta a un espacio dentro de mí que antes no estaba”, zanjó siempre de una forma positiva.
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