Probablemente (y sin el probablemente), Antonio Banderas es el actor español más internacional. Él fue de los primeros en cruzar el charco, en dejar España e ir a probar suerte a los Estados Unidos, en una época donde no era nada habitual ver intérpretes españoles en Hollywood. Después de unos años participando en producciones en Madrid (Réquiem por un campesino español, La corte del faraón, Bajarse al moro, Si te dicen que caí...), donde se hizo un fijo en las pelis de su amigo Almodóvar (Laberinto de pasiones, Matador, La ley del deseo, ¡Átame!...), el actor malagueño hizo las maletas, aprovechando el éxito de Mujeres al borde de un ataque de nervios y empezó una nueva vida en América, en Los Ángeles, donde se instaló a principios de los 90 y donde participó en películas como Los reyes del mambo (tocan canciones de amor), Philadelphia, Entrevista con el vampiro, Desperado, Nunca hables con extraños, Four rooms, Evita, La máscara del Zorro y tantas y tantas otras.

Paralelamente, Banderas conoció a Melanie Griffith. Se vieron por primera vez en la gala de los Óscar de 1989 celebrada en Los Ángeles, donde la actriz estaba nominada por Armas de mujer. Seis años después, en 1995, los dos coincidieron en una comedia romántica, Two much... Un año después, la pareja se casaba en Londres, y tenía su hija en común, Stella del Carmen. Posteriormente, en 1999, el actor dirigía a su mujer en su segunda película como director, Crazy in Alabama. El amor de los dos actores se acabó, pero no así el respeto, el cariño y el recuerdo de unos tiempos felices viviendo juntos. Banderas y Griffith siempre han mantenido muy buena relación, ya separados, y el actor español considera que en su familia también forman parte Dakota Johnson y Alexander Bauer, los otros hijos que tuvo Melanie Griffith con dos otros actores, Don Johnson y Steven Bauer.



Centrándonos en Stella, que ya tiene 28 años y que ha ayudado a su padre en algunas de las producciones que ha hecho con su teatro de Málaga, el Teatro del Soho CaixaBank, nació y creció en los Estados Unidos, aunque de vez en cuando ha ido con su padre a España, a Málaga, a conocer al resto de la familia o a ver in situ alguna procesión. Y también, evidentemente, a disfrutar de las bondades culinarias de la gastronomía española. “Siempre que vengo pido jamón. Jamón ibérico. En Los Ángeles no hay comida española, no hay jamón ni nada de eso… así que es lo primero que hago cuando vengo”, dijo hace un par de años. La revista Lecturas recoge unas declaraciones de la joven hablando de su padre, España y la lengua. Aunque ahora lo habla considerablemente bien, de pequeña sorprende que no lo hablara.



Una confesión sobre la lengua que se hablaba en casa. Como ella dice, su padre "se va a enfadar conmigo por decir esto, pero no, de pequeña no me hablaba en español". ¿Por qué? Ella misma considera que "creo que lo hacía porque vivíamos Estados Unidos y él también estaba practicando su inglés".

Por eso, ahora el español lo entiende perfectamente, pero a la hora de hablarlo con fluidez, le cuesta todavía un poco. "Me encanta pasar tiempo aquí y estar con mi familia', donde su espanglish no es ningún impedimento para que la entiendan y para estrechar lazos con sus primos".