El lunes 13 de septiembre del año 2010, es decir, que hace poco ha hecho quince años, se emitió en TV3 el primer programa de un espacio muy recordado por los espectadores catalanes: El convidat. En él, Albert Om iba a casa de gente muy conocida, una especie de versión actualizada de La casa dels famosos de Julià Peiró, donde lo más importante, más allá de curiosear cómo eran las casas por dentro, cómo era la cama donde dormían, o la decoración interior que había, eran las conversaciones que hacía el presentador con su anfitrión. Unas conversaciones que, a menudo, tenían lugar donde se hacen la gran mayoría de conversaciones: en torno a una mesa. Bien fuera comiendo, bien fuera cenando, Albert nos regaló grandes momentos televisivos y jugosas confesiones mientras estaba comiendo con el entrevistado o entrevistada.

Para Albert, el momento de comer era muy importante, porque era consciente de que allí se producían jugosas confesiones, con la tranquilidad de quien tiene la panza llena o se ha tomado una copita de vino o una cervecita para acompañar la manduca. Om lo tenía tan claro, que ha recordado qué pasaba siempre. "Era una comida o cena a medias. Es decir, si la comida duraba dos horas, en la primera hora había cámaras que nos estaban grabando. Entonces, los cámaras, el equipo, se iba al bar de al lado a comer, pero yo no me iba con ellos, me quedaba allí". Son palabras que ha dicho en un pódcast que vale mucho la pena, La Cullerada de la revista Time Out, con Andrea Gumes y Andreu Juanola, conduciendo un espacio que trata sobre anécdotas relacionadas con la gastronomía o costumbres a la hora de sentarse a la mesa.


En un último programa, el chef Víctor Torres, con estrella Michelin por los restaurantes 'Magnòlies' y 'Quirat', y la sumiller Marta Clot, han escuchado, como los dos presentadores, qué pasó justamente en una de aquellas comidas de El convidat donde Albert se quedaba solo con los famosos entrevistados. "Quedarme con ellos iba muy bien, porque por ejemplo, en el capítulo de Rahola, con la frase memorable sobre romper 3 camas con su hombre (por la fogosidad y entrega con su marido Robert), eso fue posible porque cuando se habían marchado los cámaras, su madre me dice: '¿Ya te lo ha explicado esta que rompe camas?'. Hice ver que no oía nada y por la noche, se lo saqué".

Otro de los programas más recordados es cuando fue a casa de Jordi Pujol y Marta Ferrusola, "aquella cena tan triste, que realmente era así", y revela "una cosa que no se vio en el capítulo" que empezaba en Barcelona, en casa de los Pujol, y que después fueron a su segunda residencia, en Premià, en el Maresme. Allí, Marta Ferrusola le preguntó si "¿beberás vino para cenar? Y yo: 'Si bebéis, sí'. Ellos no bebían, pero me puso una botella que estaba encima de la cocina... caliente, de vino blanco, abierta, con el tapón de corcho... Que dices: 'segunda residencia..., no sabes si habían estado hace una semana o hace dos meses"... "Vinagre... qué auténtico", dicen en plató. Sensacional.

Un pódcast que vale la pena. Porque nos gusta comer y nos gusta hablar sobre comida. Y una petición: que vuelva El convidat, un programa que nos despierta recuerdos maravillosos a muchos espectadores.