La escena fue dolorosa. La reina Sofía, presente en la recepción de Marivent, parecía más un símbolo del pasado que una figura activa. Su rostro, su postura, su mirada… hablaban por sí solos. Y en Zarzuela ya lo saben: Sofía no puede seguir así.
Hasta hace unos años, ella y Juan Carlos I presidían las cenas de gala en Mallorca. Eran los anfitriones del verano real. El protocolo, la elegancia y la autoridad pasaban por sus manos. Pero desde 2015, todo cambió. Felipe y Letizia tomaron el relevo. Y la cena se transformó en una recepción con canapés.

La reina emérita Sofía preocupa seriamente en Zarzuela
Sin embargo, durante la última década, Sofía ha seguido presente. Siempre discreta. Siempre correcta. Acompañando a su hijo y a su nuera. Pero este año fue diferente. No solo por la aparición de Leonor y la infanta Sofía, que acapararon los focos. Sino porque la reina emérita no debía haber ido.
Tenía otros planes. Quería quedarse en Madrid, cuidando de su hermana Irene de Grecia, cuya salud está muy deteriorada. Pero Felipe VI insistió. Y Sofía, fiel a su deber, cedió. Fue, como siempre, por lealtad. Por no fallar. Aunque el cuerpo le diga lo contrario.
A sus 86 años, Sofía ya no puede más. Su gesto lo confirma. La sonrisa es forzada. Los ojos, tristes. No tiene fuerza ni energía. Ni el papel que antes ocupaba. Ya no es el centro de nada. Solo una figura que permanece por compromiso.
Como explica la periodista Pilar Eyre, la reina “se esfuerza en mantener una sonrisa, pero no le apetece”. Su imagen causó pena. Ya no posa como antes. Ya no habla. Se le ve fuera de lugar, desplazada en los actos, ignorada por su entorno.
Los momentos más dolorosos fueron los corrillos tras el besamanos. Todos conversaban, pero Sofía, quedaba sola. De pie y en silencio. Mirando de reojo a sus nietas. Sin interlocutores. Sin espacio y sin voz. Una reina en la sombra.
Esta escena, y otras tantas en los últimos meses, han acelerado las conversaciones. Zarzuela está valorando seriamente su jubilación oficial. Su retirada total de la vida pública. Y no por castigo, sino por respeto y dignidad.

Se estudia jubilar definitivamente a la reina Sofía
Porque Sofía ha dado todo. Ha estado siempre. Incluso cuando no debía o no quería. Su entrega ha sido absoluta. Pero ya es hora de pensar en ella. En su salud. En sus necesidades reales.
Además, su hermana Irene, enferma y dependiente, la necesita. Y ella quiere estar allí. No en actos ni en recepciones. En casa, cuidando. Acompañando. Compartiendo lo que quede.
Así las cosas, la Casa Real se prepara para anunciar su jubilación institucional. Será discreta, como Sofía. Pero será. Porque el tiempo pasa. Y la reina emérita merece descansar. Con serenidad y lejos de los focos.