Desde que Meghan Markle decidió reabrir su cuenta de Instagram a principios de año, cada publicación parece calculada al milímetro... o una bomba de relojería. Lo que comenzó como un tímido regreso al mundo digital, ha escalado a un auténtico torbellino de contenido que mezcla lo íntimo, lo promocional y lo provocador. Pero el vídeo que publicó recientemente —un baile junto al príncipe Harry en plena sala de parto— ha sido el punto de quiebre.

La escena, grabada durante el nacimiento de Lilibet Diana, muestra a los duques de Sussex bailando en bata hospitalaria al ritmo de “The Baby Momma Dance” de Starrkeisha, como si la llegada de su hija fuera el prólogo de una coreografía ensayada. ¿Ternura o estrategia? El vídeo fue tildado de inapropiado por sectores conservadores del Reino Unido, dado que muestra a una Meghan desinhibida, levantando su falda por encima de las rodillas y sacudiendo las caderas al ritmo del twerking con una energía que ha dejado a más de un británico boquiabierto. Ahora bien, mientras algunos lo celebraban como una muestra de espontaneidad, otros lo interpretaron como un claro gesto de desprecio hacia los protocolos reales.

El vídeo que incendió las redes y las salas de prensa británicas

El impacto no tardó en sentirse. Portales como The Telegraph y Daily Mail insinuaron que esta muestra de “naturalidad” no es otra cosa que un desafío directo a la Corona británica, una especie de “ahora sí puedo mostrar quién soy” que Meghan refrendó poco después en su aparición en el pódcast Aspire with Emma Grede. Allí, lejos de retractarse, lanzó otra pulla cargada de doble filo: “A pesar de todo el ruido o lo que sea que la gente haga, todavía hay una vida, una vida real, auténtica y divertida, que sucede tras las bambalinas”.

Las palabras de la duquesa no cayeron en saco roto. Analistas reales y expertos en imagen pública interpretan que este tipo de declaraciones son más que simples reflexiones personales: forman parte de un discurso calculado, con el que los Sussex intentan reescribir su narrativa frente a la opinión pública. Y, de paso, golpear sutilmente a los Windsor, cada vez que se presenta la oportunidad.

Redes sociales como arma y altavoz de una nueva Meghan Markle

El regreso a Instagram no solo es simbólico: es también estratégico. Markle maneja ahora su imagen sin la censura de asesores reales ni la intervención de palacio. El perfil, que ya acumula millones de seguidores, se ha convertido en una plataforma de autopromoción, pero también en un escenario desde donde lanza guiños —y algunas indirectas nada disimuladas— a quienes la criticaron dentro y fuera del Reino Unido.

Meghan Markle
Meghan Markle

Desde imágenes familiares cuidadosamente seleccionadas, hasta clips virales como el del “baile del parto”, todo parece diseñado para reforzar su nueva identidad pública: libre, empoderada y despojada de ataduras monárquicas. Sin embargo, esta narrativa tiene un precio, y es el continuo distanciamiento de su familia política, en especial de su suegro, el rey Carlos III.

Mientras Meghan desafía a la Corona, el príncipe Harry da señales de querer tender puentes. En una reciente entrevista concedida a la BBC, el hijo menor de Diana expresó su deseo de retomar el contacto con su padre. No obstante, el ruido generado por publicaciones como el vídeo del parto, y las posteriores declaraciones de Meghan, hacen cada vez más difícil cualquier tipo de reconciliación real.