Juan Carlos I se casó con la reina Sofía por obligación. Nunca estuvo enamorado de ella. En aquel momento él mantenía una relación con Olghina di Robilant, una plebeya y escritora. Pretendía casarse con ella, pero Juan de Borbón se encargó personalmente en acabar con aquella relación. El emérito se comprometió a tener descendencia con la emérita por la corona, necesitaba al futuro varón que heredase el trono, pero no iba a mantener ninguna relación. Los dos primeros nacimientos fueron chicas, Elena y Cristina. El octogenario estuvo a punto de tirar la toalla, pero no veía a su hija mayor como reina de España, no la creía capacitada. Cuando nació Felipe VI dejaron de mantener relaciones íntimas. El exmonarca empezó su vida fuera de Zarzuela.

La reina Sofía sufrió numerosas humillaciones y traiciones. Ella hizo todo lo posible por enamorar al padre de sus hijos, pero no lo consiguió a pesar de todos sus esfuerzos. Descubrió algunas de las infidelidades del exmonarca, y estuvo a punto de divorciarse, pero finalmente continuó a su lado por la corona.
Juan Carlos I habría estado con más de 5.000 mujeres. Tendría una en cada ciudad. La mayoría de ellas eran prostitutas que pagaba con los presupuestos generales del Estado, algunas eran rostros de la televisión como actrices, presentadoras, modelos o cantantes. Su gran error fue enamorarse de algunas de ellas, como Bárbara Rey, Corinna Larsen o Marta Gayà.
Otra de las amantes menos conocidas fue Roswicha Bertisha Smid Honczar, conocida como Nadiuska, una de las figuras eróticas más deseadas durante tres décadas hasta que una enfermedad neurológica la apartó de todo y cayó en el olvido. Sufría esquizofrenia. A día de hoy ni tan siquiera recuerda su relación con Juan Carlos I.
Nadiuska acabó con unas monjas y buscando comida en la basura
Según La Razón, ella decía que “mi novio es el Rey Juan Carlos, pero Javier Sardà me manda mensajes de amor desde Crónicas marcianas”, cuando la visitaron en un piso de Chamberí. “Hay personas cercanas al rey que quieren deshacerse de mí. No les gusta que estemos juntos, por eso tengo sábanas negras en la ventana, para que no me descubran”.
La vida de Nadiuska cambió radicalmente, dejó su casa en El Viso y se compró un piso de 30 metros cuadrados en Madrid. Algunas noches se la vio buscando por las basuras. A día de hoy se la ha identificado en un centro cercano a Ciempozuelos con las monjas, sus salvadoras. “Estaba muy desmejorada, con la mirada perdida en el horizonte, iba directamente a la iglesia del centro, acompañada de una religiosa. Un familiar de otro interno me contó que es una mujer muy callada, que casi no se relaciona con el resto de los enfermos, y que aquellos que intentan recordarle su pasado, se encuentran con que tiene la mente en blanco”, relata el profesional que casi capta las imágenes.
