La reina Sofía, figura central de la historia reciente de la Corona, generó gran preocupación por su estado de salud en los últimos meses. En medio de un ciclo de titulares que alternan entre eventos oficiales y encuentros culturales, circulan versiones sobre su ánimo y su capacidad para cumplir con ciertas responsabilidades institucionales. El rey Felipe y sus hermanas están conscientes de que su madre necesita ayuda. 

Hace poco, la reina Sofía viajó a Washington D. C. para participar en el II Simposio America&Spain 250, cita en la que apareció muy bien vestida y con un despliegue fotográfico notable. No obstante, al regresar a España, se habría mostrado visiblemente desanimada, según relatos que resuenan en círculos cercanos a la Casa Real. En este marco, algunas crónicas señalan que, pese a la carga de compromisos y a la cobertura mediática, la reina habría expresado durante su viaje ciertas dificultades para enfrentar la agenda institucional.

La reina Sofía en Washington
La reina Sofía en Washington

Desde hace algún tiempo se comentaba que la emérita, dada su avanzada edad y las circunstancias personales que atraviesa, podría dejar de tener ciertas responsabilidades públicas dentro de la Corona. Sin embargo, ella parece resentir la idea de dejar de ejercer sus funciones. Lo que capta la atención de analistas y periodistas es su asistencia en momentos de menor participación pública y de un tono más reservado en sus intervenciones.

El contraste entre presencia pública y vida privada de la reina Sofía 

Se comenta que la mujer de Juan Carlos podría atravesar episodios de depresión y esta sería la razón que encendió las alarmas de sus hijos y el entorno familiar. Describen variaciones en su comportamiento, con gestos de cansancio y retraimiento que contrastan con su habitual desenvolvimiento en actos institucionales y sociales.

Hay, además, una discrepancia entre la imagen de una reina activa y la realidad de una mujer que busca refugio en la intimidad de Zarzuela. Y es que quiere permanecer todo el tiempo que pueda en sus aposentos, en la intimidad del hogar, sin tener contacto más que con un grupo reducido de personas. En las crónicas, se insiste en que la reina mantiene momentos de interés por participar en determinadas actividades, pero que, en paralelo, emergen fases de aislamiento. 

Una fuente citada por Pilar Eyre, una señora que conoce a la ‘royal’ hace años, le dijo que a ella: “le costaba hablar” y que esa experiencia fue descrita como dolorosa de ver. En una recepción en Marivent, según esa misma fuente, Sofía apareció como ausente, como si no estuviera plenamente en ese lugar. Estas descripciones, atribuidas a contactos cercanos, forman parte del mosaico que circula en sectores de la prensa que cubren la monarquía.

Se mencionan otros factores que contribuyen a su desgaste emocional, como el reciente fallecimiento de su hermano, Constantino II. Aunado a eso, está la presencia constante de una hermana, Irene de Grecia, que habría sido objeto de preocupación adicional por un estado de salud complejo. Estas circunstancias familiares, que marcan la vida de la reina Sofía en los últimos años, se señalan como parte del contexto que podría explicar este cuadro de depresión.