El Teatro Campoamor de Oviedo volvió a brillar con los Premios Princesa de Asturias 2025, una gala cargada de emoción, discursos solemnes y simbolismo real. Pero detrás de los aplausos y las sonrisas medidas, hubo una imagen que no pasó desapercibida: la reina Sofía, sentada, seria, arrinconada, convertida en una mera espectadora de una familia que parece haberla apartado del todo.
La princesa Leonor fue, como era de esperar, la gran protagonista. Su discurso final fue impecable, seguro y lleno de emoción. Todos aplaudieron. Todos la miraban. Todos menos su abuela, que observaba en silencio, con gesto tenso, y un brillo de tristeza contenida en los ojos. No era orgullo lo que se reflejaba en su rostro. Era soledad.

La reina Sofía, ignorada en los Premios Princesa de Asturias 2025
La reina emérita, elegantemente vestida, se mantuvo en segundo plano. Nadie se acercó a ella más de lo necesario. Ni siquiera Letizia, que volvió a hacer gala de su frialdad. Entre ambas no hubo saludo cálido, ni cruce de miradas prolongado, ni gesto mínimo de afecto. La distancia fue evidente.
La ex monarca no tenía la cabeza en el acto. De hecho, hace tiempo que no tiene la mente en nada que no sea su hermana, Irene de Grecia, conocida en la familia de forma cariñosa como tía Pecu. Se conoce que el estado de salud de Irene es muy delicado. Hace un año algunos medios afirmaron que padece Alzhéimer. Y aunque desde Casa Real no se han pronunciado, es una realidad que Irene está muy mal.
Sofía ni siquiera quería ir este verano a Marivent para quedarse con su hermana en Madrid. Su preocupación es máxima. Sabe que cada palabra que intercambian, que no son muchas, puede ser la última.

La reina emérita pasó la velada apartada y arrinconada
A ello se suma su preocupación por el distanciamiento entre sus hijos. La relación entre Felipe VI, Elena y Cristina es tensa desde hace tiempo. Y Sofía desea como nada que acerquen posturas antes de que sea demasiado tarde. No quiere irse de este mundo sin una reconciliación familiar.
Pero, como madre y abuela, acudió al acto más importante del año para la Corona. Lo hizo por deber, no por placer. Sin embargo, su presencia fue ignorada. Letizia, centrada en la imagen perfecta junto al rey y sus hijas, no hizo el menor esfuerzo por integrarla. Ni una mirada, ni un gesto de cariño, ni una palabra de complicidad. Las cámaras lo captaron todo: Sofía sola, observando desde un extremo mientras Letizia y Leonor acaparaban todos los focos.
La princesa de Asturias, concentrada en su papel institucional, tampoco se acercó a su abuela durante la ceremonia. La escena fue dura. Mientras Sofía miraba con emoción contenida, Leonor la pasó por alto, siguiendo el protocolo estricto que su madre controla con precisión milimétrica. Muchos interpretaron esto como una forma de humillación silenciosa.
Los recuerdos del incidente en la catedral de Palma, cuando Letizia bloqueó una foto entre Sofía y sus nietas, siguen vivos. Aquel episodio marcó un antes y un después en su relación. Desde entonces, los gestos de frialdad se repiten. Letizia evita a su suegra siempre que puede. La ignora con naturalidad estudiada. Y esta vez, en Oviedo, la historia se repitió. Arrinconada, ninguneada, apartada… como un mueble.