La reina Sofía ha sido un pilar muy importante para la corona. Siempre ha priorizado la institución por encima de ella misma. Aunque Juan Carlos I le ha hecho mucho daño, ella nunca ha sido capaz de acabar con su matrimonio por la unidad familiar. Ella ha querido transmitir esos valores a sus hijos, aunque a día de hoy la familia se ha roto en dos. Hace más de una década que ya no hay ninguna reunión familiar como las de antaño. Concretamente desde las polémicas de Juan Carlos I y el caso Nóos que acabó con Iñaki Urdangarin entre rejas.

La emérita culpa a Letizia de los problemas en su familia. Ya la vio la primera vez que llegó a la vida de Felipe VI como una intrusa y se han confirmado sus sospechas. Logró hacerse con el control de la corona y echar a todos los Borbón de la institución Les retiró todas las funciones institucionales y el sueldo que percibían de los Presupuestos Generales del Estado, pero no logró librarse de la reina Sofía, su gran sombra y enemiga.
La reina Sofía no tiene ninguna relación con sus nietas por culpa de Letizia
Letizia se ha encargado personalmente de que Leonor y Sofía no tengan la más mínima relación con su abuela materna, a pesar de vivir a tan solo 900 metros de distancia en el mismo recinto, unos 10 minutos dando un tranquilo paseo. Desde pequeñas las ha apartado de ella. Era Paloma Rocasolano quien venía a palacio para ocuparse de ellas cuando los reyes tenían compromisos institucionales. Letizia utilizaba de excusa que la emérita aún era reina y tenía muchos compromisos institucionales, lo primero era la corona.
Ahora mismo la reina Sofía está muy mal de salud y Leonor y Sofía ni tan siquiera la visitan, de hecho, estudian lejos de Madrid y la ven muy poco. Suerte que la emérita tiene más nietos que la valoran más porque si fuese por la princesa y la infanta sería como si no tuviese nietos. Todavía más sola de lo que ya se siente.
Felipe VI le habría pedido a sus dos hijas que hagan el intento de acercarse más a su abuela materna porque lo está pasando muy mal estos últimos años. La emérita no sale de su habitación, cierra la puerta con pestillo y se queda a oscuras. Ni sale ni quiere recibir visitas, apenas come ni duerme, síntomas claros de una depresión severa. Sus hijos quieren ayudarla llevándola a especialistas, pero no lo han conseguido.
