A pesar de que Anécdotas de oro todavía está fresco y recién aterrizado en las librerías, pedimos desde En Blau que Jaime Peñafiel se ponga cuanto antes a escribir un segundo volumen de estos jugosos recuerdos, especialmente con respecto a los Borbones.

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El periodista y cronista azul selecciona en esta obra algunas de las anécdotas más paradigmáticas que definen cómo son cada uno de los miembros de la familia real. Y como era de esperar, la que sale peor parada es la reina Letizia. Peñafiel recuerda algunos momentos que en su día fueron muy sonados, por ejemplo, que Eva Sannum sería, a estas horas, la reina en lugar de Letizia si no hubiera sido por el atentado a las Torres Gemelas del 2001. O que la asturiana sufrió su momento más humillante en un aeropuerto antes de ir al baño. Y, evidentemente, dedica diferentes capítulos a esta relación tan especial de amor entre una suegra y su nuera.

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Escribe que Letícia "es una mujer incapz de controlar los desplantes a su suegra. La sociedad no le va a perdonar el tremendo feo a la madre tan querida de su marido, abuela de sus hijas y reina de España antes de que ella fuera esposa, madre y consorte del rey", a raíz de la discusión vergonzosa en la Catedral de Palma. Desde entonces, las dos han intentado hacer el paripé. Ahora van juntas al cine o de compras por el Rastrillo Nuevo Futuro de Madrid, como hace unas semanas.

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Pero hubo un tiempo donde Letizia, entonces princesa, no tenía ninguna intención de controlar su ira cuando su suegra la sacaba de quicio. Unos primeros años donde Sofía sufrió a menudo la cólera de su nuera. Como en una de las primeras salidas de tiendas que hicieron juntas el verano del 2006. Explica Peñafiel que un día fueron a la joyería Rosa Miró de Palma de Mallorca, uno de los establecimientos preferidos de la emérita. Sofía remiraba y buscaba un regalo para los 60 años de su cuñada Ana María mientras Leti sostenía en brazos a Leonor, que no tenía ni un año. "Entraba y salía del establecimiento. Hasta que cansada de esperar o porque alguien quiso hacer una caricia a la niña, se asomó a la puerta de la joyería, al tiempo que decía a doña Sofía: ¡Vámonos ya!".

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No fue flor de un día: "O no era su día o estaba disgustada o sabe Dios qué le pasaba. Pero esta actitud desconsiderada se volvió a repetir poco después". ¿Dónde? En otra tienda. Ahora de ropa para niños. Sofía mira más de la cuenta y la princesa vuelve a perder la paciencia: "¡Vámonos de una vez"!. Gritos, malas maneras e impaciencia. Peñafiel lo tiene claro: "Lo que sucedió pudo ser, más que una falta de respeto o consideración, que lo era, ese pelo de la dehesa que, cuando menos esperamos, se nos ve". Unas 'anécdotas de oro' que, probablemente para Letizia, sean de latón.