La reina Isabel II es una caja de sorpresas. No sólo por su longevidad y su vitalidad a pesar de reinar en su país desde hace un montón de años. Hace poco, por ejemplo, se supo que era una "lujuriosa fiera sexual", según destapó la escritora Lady Colin Campbell en un libro que alborotó a los británicos, The queen's marriage: "tiene el apetito sexual de la lujuriosa reina Victoria, cuando era joven tenía un intenso deseo sexual y la noche de bodas fue especialmente apasionada", decía la cronista.

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Después, se supo que a la reina de los ingleses la despierta cada día el mismo hombre, y no es su marido Felipe de Edimburgo. Se trata de Scott Methven, un gaitero, que cada mañana, haciendo gala de la puntualidad británica, toca su gaita a las 9 en punto. Se coloca bajo la ventana del dormitorio de la reina, ya sea en el Palacio de Buckingham, en el castillo de Windsor, en el de Balmoral o en el palacio de Holyroodhouse y durante 15 minutos interpreta los grandes éxitos de su música de viento.

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Ahora, un nuevo libro sobre la monarca, un tocho de casi 600 páginas que se titula Queen of the world, de Robert Hardman, explica una surrealista e inquietante anécdota sobre los hábitos que tiene Isabel  con sus conciudadanos.

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Imaginen los años que lleva siendo reina. Imaginen las veces que habrá tenido que saludar haciendo su característico movimiento de muñeca y de mano, un sutil saludo con la mano derecha, a bordo de un coche oficial, de un carruaje o caminando. Pues se ve que es la parte del cuerpo que más hay que mimar para que pueda seguir haciendo lo que hace en los eternos besamanos a los que se ve sometidos.

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Explica Vanitatis que la reina lleva a menudo una máquina de saludar, una especie de gadgetomano, un híbrido entre sangre azul y Robocop. La revelación la ha hecho la princesa Ana, asegurando que la soberana británica lleva un guante de peluche en una palanca de madera que hace las funciones de mano. Como José Luis Moreno y Monchito. Igual de sórdido. Una mano que utiliza especialmente cuando viaja dentro de su coche y saluda a través de la ventana. Se ve que se la regalaron unos estudiantes australianos y que a ella, lejos de ofenderla, le encantó y lo adoptó en su día a día. Esperemos que el aparato no se estropee nunca y provoque saludos inadecuados con los dedos de la mano.