La Casa Real británica vuelve a estar en el ojo del huracán. Esta vez, el escándalo que sacude a Buckingham tiene nombre propio: Andrew Mountbatten-Windsor, antes conocido como príncipe Andrés. Lo que en un principio parecía un simple episodio del pasado se ha convertido en una vergüenza nacional. Nuevas revelaciones confirman que el hermano del rey Carlos III utilizó fondos públicos para pagar a 40 señoritas de compañía durante un viaje oficial a Tailandia.
Según el historiador Andrew Lownie, autor del libro Deep Dive: The Fall of the House of York, el entonces duque de York viajó en 2001 con la excusa de representar al Reino Unido, pero en realidad aprovechó la ocasión para dar rienda suelta a sus excesos sexuales. Todo el viaje, de lujo y desenfreno, fue financiado por los contribuyentes británicos.

Un nuevo escándalo señala al príncipe Andrés
El historiador describe a Andrés como un hombre sin límites morales, obsesionado con el poder y el placer. En apenas cuatro días, hizo traer a cuarenta prostitutas a su hotel de cinco estrellas. Las gestiones fueron realizadas, supuestamente, por diplomáticos y miembros de la delegación oficial. El propio Carlos III, entonces príncipe de Gales, había advertido del peligro de enviar a su hermano a misiones comerciales. Lo consideraba un hombre incapaz de comportarse con dignidad.
El viaje fue un desastre diplomático. Mientras el Reino Unido pagaba las facturas del hotel y los vuelos, Andrés convertía la estancia en una orgía continua. Lownie asegura que las fuentes que confirmaron los hechos incluyen a un corresponsal de Reuters y a miembros de la realeza tailandesa. Todos coinciden en que el comportamiento del príncipe fue indecente.
El príncipe Guillermo, heredero al trono, así como el resto del núcleo duro de la familia real británica siente vergüenza. Fuentes cercanas aseguran que la conducta de Andrés ha sido considerada como “inaceptable” y que temen el daño irreversible que estos episodios causan a la imagen de la monarquía. En los pasillos del palacio, el ambiente es de tensión y silencio. Nadie quiere pronunciar el nombre de Andrés.
Fulminado del entorno de la familia real británica
El caso se suma al ya conocido escándalo Epstein, en el que Andrés fue acusado de mantener relaciones con menores de edad, entre ellas Virginia Giuffre. Ahora, con el nuevo informe, la reputación del exmiembro de la familia real parece irrecuperable.

El rey Carlos III ha decidido actuar con firmeza. Ordenó retirarle el título de príncipe y le exigió abandonar Royal Lodge, su residencia oficial. Con esta medida, el monarca busca marcar distancia y proteger lo que queda del prestigio familiar. “Menos secretismo y más transparencia”, pidió el historiador Lownie, coincidiendo con la opinión pública británica.
Desde la prensa londinense hasta los tabloides internacionales, las portadas gritan la misma palabra: vergüenza. Lo que debía ser una institución ejemplar se ve arrastrada por los vicios y abusos de uno de sus miembros más controvertidos.
La familia Windsor intenta resistir el vendaval. Pero dentro y fuera del palacio, la sensación es unánime: el príncipe Andrés se ha convertido en el mayor lastre para la Corona británica. Y como suele ocurrir en las monarquías, lo ha hecho, una vez más, a costa del dinero del pueblo.