El glamour dorado que siempre ha rodeado al Principado de Mónaco se ha desvanecido tras una cortina de escándalos financieros, secretos palaciegos y alarmantes sospechas sobre la salud del príncipe Alberto II. Lo que comenzó como un simple despido administrativo se ha transformado en una crisis sin precedentes. Claude Palmero, el excontable personal del soberano, ha desencadenado una auténtica tormenta institucional con sus declaraciones explosivas ante las autoridades.

Palmero, que manejó las finanzas de los Grimaldi durante más de 20 años, no solo ha arrojado sombras sobre el uso de fondos públicos y privados, sino que ha asegurado que el propio príncipe Alberto solicitaba mantener su patrimonio “opaco”, sin documentación ni trazabilidad. Un testimonio que sacude al soberano y despierta la atención internacional, especialmente cuando la Unión Europea ya ha puesto a Mónaco en su lista negra por presunto blanqueo de capitales.

La salud del príncipe Alberto: el otro motivo de preocupación en el Palacio

A esta tormenta legal se suma un nuevo frente: la preocupante salud del príncipe Alberto. Durante sus últimas apariciones públicas, el rostro del jefe de Estado ha mostrado signos visibles de deterioro. Su mirada apagada, una palidez inusual y unas misteriosas manchas rojizas en la piel han dado paso a todo tipo de rumores sobre un posible problema circulatorio crónico o incluso afecciones más graves, que hasta el momento se manejan con extremo hermetismo.

En medio de este panorama sombrío, Carolina de Mónaco ha comenzado a ganar protagonismo. Pese a los altibajos en su relación con su hermano, el príncipe habría recurrido a ella en busca de apoyo inmediato, consciente de que su capacidad para gobernar podría estar en juego. Lejos de los flashes, Carolina se prepara para asumir un papel que, aunque no oficial, ya empieza a ser clave para el futuro del trono monegasco.

Fuentes cercanas al entorno monegasco aseguran que Carolina de Mónaco no solo está informada al detalle sobre el estado de salud de su hermano, sino que habría comenzado a organizar discretamente una estructura paralela de gestión, reuniéndose discretamente con asesores clave. Aunque el príncipe Jacques, hijo de Alberto y Charlène, está llamado a ser su sucesor, su corta edad lo excluye de cualquier responsabilidad inmediata. Esto deja a Carolina como la figura más idónea —y experimentada— para afrontar un posible vacío de poder.

Un futuro incierto y un Principado al borde del abismo

En caso de que la salud del príncipe empeore, Carolina estaría dispuesta a asumir el liderazgo temporal del Principado, al menos hasta que Jacques tenga la edad suficiente para tomar el testigo. Sin embargo, esta transición no sería sencilla, especialmente si se suman nuevas presiones internacionales derivadas del escándalo financiero. La combinación de los dos frentes abiertos —uno judicial, el otro médico— ha puesto a Mónaco en un escenario de alta inestabilidad.

Mientras algunos sectores del Gobierno monegasco reclaman transparencia total, otros se alinean con la discreta pero firme figura de Carolina, quien podría convertirse, sin necesidad de corona, en la regente silenciosa del Principado. Lo que está claro es que el “Monacogate” ha dejado de ser solo una crisis contable para transformarse en una amenaza existencial. Y mientras las cámaras apuntan a Alberto, es su hermana quien, sin hacer ruido, reorganiza el tablero del poder en Mónaco.