A sus 24 años, Pablo Urdangarin atraviesa un momento de transición personal. El hijo de la infanta Cristina y Iñaki Urdangarin ha dejado de ser aquel joven reservado que acompañaba en silencio los pasos de su madre en los tribunales. Ahora es un adulto que marca su propio camino. Pero ese cambio trae consecuencias.
Quienes lo conocen explican que Pablo se siente cada vez más cómodo con su independencia. Vive centrado en el balonmano y en su vida privada, con una agenda que ya no depende de la de su madre. La complicidad que antes parecía inquebrantable con Cristina se ha enfriado. El motivo no es otro que la presencia de un nuevo compañero sentimental en la vida de ella.

Pablo Urdangarin se distancia de la infanta Cristina
Cristina lleva tiempo intentando rehacer su mundo tras el divorcio. Lo hace en discreción, evitando dar nombres y sin alimentar titulares. Pero en su entorno todos saben que existe una persona especial a su lado. Para Pablo, sin embargo, esta novedad no ha sido fácil de encajar. No es tanto la relación en sí, sino la sensación de que su madre ya no tiene el mismo espacio para él.
Ese vacío lo ha llevado a reforzar la relación con Iñaki Urdangarin. Con su padre ha encontrado una sintonía inesperada. La vida les separó durante los años de cárcel y escándalos, pero ahora parecen entenderse mejor que nunca. Pablo ve a un hombre que, pese a todo, busca recomponerse y mantener un vínculo con sus hijos. Y todo ello mientras comparten la gran pasión por el balonmano. Pablo lleva años rindiéndole homenaje luciendo el 77 y el apellido Urdangarin en la espalda. Mientras que en lo personal, es el hijo que menos objeciones ha puesto a la relación de Iñaki con Ainhoa Armentia.

Pablo es más del padre que de la madre
La situación con Cristina, en cambio, se ha vuelto más compleja. Fuentes cercanas cuentan que Pablo no se siente cómodo con el nuevo novio de su madre. No existe rechazo frontal, pero sí cierta incompatibilidad personal. No hay afinidad, ni puntos de encuentro. Y esa frialdad hace que Pablo prefiera mantener las distancias en lugar de forzar una convivencia que le resulta incómoda.
No es la primera vez que las relaciones personales de Cristina generan tensiones en su entorno familiar. Sus intentos de rehacer su vida chocan a veces con las expectativas de sus hijos. Pablo, hasta ahora el más leal y protector, parece ser quien más nota ese cambio de prioridades. A día de hoy, madre e hijo siguen hablando, pero el vínculo ya no tiene la misma intensidad. Pablo es ahora más del padre que de la madre.