La princesa Leonor atraviesa su último año de formación militar en la Academia General del Aire de San Javier, en Murcia. Inició este periodo el 1 de septiembre, un paso clave para completar el ciclo que la preparará como futura jefa de las Fuerzas Armadas. Sin embargo, fuentes internas han señalado que su paso por la institución es más simbólico que real.
Según varios oficiales y compañeros, la princesa no realiza la mayoría de las actividades exigidas al resto de cadetes. Su participación sería limitada, reducida casi por completo a la asistencia a clases teóricas y a prácticas simuladas. En palabras de un instructor, “Leonor asiste, observa y poco más. No participa de forma activa en los entrenamientos ni en las maniobras físicas”.

San Javier es demasiado exigente para la princesa Leonor
La razón principal es su fobia a las alturas, una dificultad que arrastra desde la infancia y por la que ha recibido tratamiento psicológico. Para evitar riesgos, sus superiores han diseñado un programa especial en el que no se expone a vuelos reales. En lugar de pilotar un avión, la princesa maneja el Pilatus solo a través de un simulador. Cuando llegue el momento de volar, lo hará acompañada por un instructor y con todas las medidas de seguridad reforzadas.
En San Javier, los instructores confirman que la princesa no realiza las pruebas físicas más exigentes. Las supera únicamente de forma protocolaria, sin ser evaluada bajo los mismos criterios que el resto. Su condición física, según quienes la ven a diario, no está al nivel requerido para los estándares de la academia.
Un paso por la Academia General del Aire llena de privilegios
Aun así, Leonor obtendrá la máxima condecoración al finalizar su formación. Se trata de un requisito indispensable para igualar el rango militar que ostentaron Juan Carlos I y Felipe VI. Los oficiales insisten en que sus calificaciones no afectan a las de los demás alumnos, ya que el sistema ha sido modificado específicamente para su caso. Su ascenso está garantizado, independientemente de su rendimiento.
Algunos cadetes y mandos reconocen que existe un trato de favor evidente. La princesa dispone de un alojamiento independiente, tiene horarios más flexibles y recibe atención personalizada por parte del profesorado. “Todo está adaptado para ella”, comentan fuentes del centro.

Fuera del ámbito académico, Leonor parece perfectamente integrada con su grupo de amigos. No tardó en formar un pequeño círculo de confianza durante los primeros días, con quienes sale los fines de semana por la zona de San Javier. Pese a esa normalidad aparente, el comentario general entre los alumnos es el mismo. Leonor no hace prácticamente nada. Aunque su paso por las fuerzas armadas forma parte de un proceso obligatorio antes de asumir la Corona, en San Javier muchos consideran que su formación es puramente protocolaria. No aspira a una carrera militar, ni pretende aplicar en el futuro lo aprendido.
Para los oficiales y compañeros, su presencia en la academia representa más una cuestión de imagen que un verdadero entrenamiento. En otras palabras, todo está preparado para que Leonor cumpla el trámite. Pero en realidad, no hace casi nada.