El 19 de mayo de 2018, el mundo entero se rindió ante la imagen de cuento de hadas que protagonizaron Meghan Markle y el príncipe Harry en la majestuosa Capilla de San Jorge del Castillo de Windsor. Pero mientras millones de personas admiraban el vestido, las flores y la solemnidad del evento, hubo un pequeño grupo de expertos que prestaron atención a algo mucho más revelador: el lenguaje corporal.
La reconocida analista Judi James, experta en la Familia Real británica, ofreció recientemente una visión tan sorprendente como inquietante de aquel día. Según sus declaraciones a ‘Sky News’, lo que los cuerpos de los novios transmitieron no coincidía con la narrativa oficial de felicidad absoluta. Mientras Harry parecía al borde de un colapso emocional, Meghan se mostraba firme, serena y completamente en control.
Príncipe Harry: señales de una ansiedad desbordante en plena ceremonia
Desde el primer instante en que Harry ingresó a la capilla, su comportamiento corporal traicionó sus verdaderas emociones. James registró al menos doce movimientos de autotocamiento durante la espera en el altar: desde retorcerse las manos, hasta jugar nerviosamente con sus guantes y tirar repetidamente de su chaqueta azul. “Todo esto sugiere una ansiedad extrema”, declaró la experta.
Pero no fueron solo gestos mecánicos. El duque de Sussex también mostró un lamido constante de labios, típico de la sequedad bucal generada por el estrés. En un momento clave, se volvió hacia su hermano, el príncipe Guillermo, para preguntar con evidente preocupación: “¿Está Meghan aquí?”, como si necesitara confirmación para tranquilizarse. Un gesto que delata inseguridad más que amor romántico.
Meghan Markle: la novia que controló cada detalle… incluso el beso final
En el polo opuesto, la actriz estadounidense Meghan Markle exhibió una seguridad inquebrantable, incluso al caminar sola hacia el altar. Según James, no había rastro alguno de ansiedad, ni siquiera en los momentos más íntimos de la ceremonia. “Para mí, ella fue la fuerza a la hora de afrontar el día y la actuación en sí”, afirmó sin titubeos la especialista. Durante el servicio religioso, Meghan se mostró protectora con Harry. Colocó su mano sobre la de él casi todo el tiempo, transmitiendo un mensaje visual de apoyo, pero también de liderazgo emocional. Al momento de intercambiar votos, mantuvo su postura firme, elegante, y no desvió la mirada ni un segundo del rostro del príncipe. Un acto de seguridad pocas veces visto en bodas reales, donde se espera que las novias proyecten sumisión o al menos algo de timidez.
Uno de los momentos más emblemáticos —el beso frente al altar— también escondía una coreografía interna. Según expertos en lectura labial, fue Meghan quien dio la orden final: “Está bien, vamos a besarnos”, le susurró a Harry antes del esperado gesto. Él simplemente obedeció. Una escena que, lejos de ser espontánea, parecía salida de una producción cuidadosamente dirigida. Este dato no hace más que reforzar la hipótesis de que Meghan asumió un papel dominante desde el primer momento, tanto en lo emocional como en lo simbólico. Lejos de la narrativa de una plebeya enamorada que conquista al príncipe, el cuerpo de la duquesa hablaba de una mujer que sabía exactamente lo que hacía… y lo que quería.