Este 23 de abril, festividad de Sant Jordi y Día internacional del Libro, Madrid contraprograma a Catalunya con la entrega del premio Cervantes a Luis Mateo Díez. La ceremonia no tiene nada que ver con la alegría de las rosas, los libros y las calles llenas; es mucho más sobria y castellana. Y, además, tiene toda la pompa y es un imán de políticos: van los reyes Felipe y Letizia, el presidente del Gobierno Pedro Sánchez, la presidenta del Congreso Francina Armengol, el ministro de Cultura Ernest Urtasun y también la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso. La contra crónica es, por lo tanto, obligada. Especialmente, la que tiene que ver con los royals.

Letizia, con zapatos de tacón moderado después de los problemas graves que sufrió en Amsterdam, ha regalado su estampa más pensativa y cultureta a los fotógrafos y cámaras de televisión. Cuando la cosa va de libros, la reina se transforma. Es capaz de hacer cola para promocionar a su mejor amiga Sonsoles, o hacer como esta mañana en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares: olvidarse de tantas sonrisas impostadas. La hemos visto seria, reflexiva y muy interesada en la figura del premiado, académico de 81 años. También arisca con algunos invitados ilustres. Había una persona VIP que no soporta, y aunque a algunos no gustará oírlo, se trata de su gran ídola: efectivamente, Isabel Díaz Ayuso. Hay precedentes.

A lo largo de la jornada de este martes, han sido numerosas las ocasiones en que la esposa de Felipe VI y la política pepera han compartido proximidad física. Sin embargo, la sensación ha sido de una frialdad absoluta por parte de la consorte. Quizás recordaba aquel pasaje de Ayuso pasando la mano por la cintura al rey de forma descarada, inoportuna y soberanamente aduladora. O el mal gusto de aquel regalo en forma de busto horrible de 100.000€. O, por qué no, otros hits de Isabel, facha, reaccionaria, delirante y con mucha porquería bajo la alfombra. Durante los corrillos previos a la entrada al recinto, si Ayuso se acercaba, Letizia huía. Y si no había más remedio, ni una mirada de cortesía o complicidad, a pesar del gesto de perrito llorón de la más interesada en mantener contacto.

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Isabel Díaz Ayuso / EFE
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Letizia y Ayuso, incomodidad / EFE

Ha sido todavía más bestial lo que ha pasado en el interior del auditorio universitario, con las dos figuras públicas sentadas una al lado de la otra, presidiendo la entrega desde el estrado. Otra vez, ninguna interacción, ni de manera tangencial o fortuita. La ha ignorado y sin disimulo. Letizia, que en el arte de hacer el vacío a quien no soporta es una auténtica reina, ha vuelto a dejar imágenes para enmarcar: la asturiana no es ayuser. Parece que en eso tampoco coincide con su marido, mucho más de la cuerda política de esta parroquia. Por una vez, y sin que sirva de precedente, olé tú, Letizia.

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Letizia y Ayuso / EFE