La infanta Elena es la más Borbón de toda la familia. Fiel defensora de la monarquía, especialmente del reinado de Juan Carlos I, aunque nunca sería capaz de hacer daño a Felipe VI. Ella ha sido siempre contraria al trato que ha recibido su padre en los últimos años por parte de su hermano y se lo ha echado en cara provocando alguna que otra discusión entre ellos y alejándose el uno del otro. La hermana de Cristina nunca se ha separado de su progenitor en estos últimos años, de hecho ha ido a verle en numerosas ocasiones a Abu Dabi, calcula más de 60 en los últimos cinco años.

La madre de Victoria Federica y Froilán es una mujer a simple vista muy seria, de pocos amigos, pero la realidad es muy distinta. Jaime de Marichalar no dejaba a Elena de Borbón ser como realmente es. La obligaba a vestirse de una forma determinada o actuar de una forma concreta. No podía ser ella misma. Quería salir a bailar y no le dejaba. Estos fueron algunos de los motivos que llevaron al matrimonio a la deriva.
La infanta Elena es una persona muy tacaña, pero muy divertida y cercana
La infanta Elena pidió a sus padres cuando era pequeña bailar ballet. Le gustaba mucho el baile y el teatro y le encantaría haberse subido a un escenario si no hubiese sido hija de un monarca. De adolescente la apuntaron a clases de baile, pero solo como entretenimiento y para que se callase.
Madrid es su ciudad. En la capital es feliz porque está rodeada de musicales en la Gran Vía, pero también de un sinfín de restaurantes y coctelerías o tabernas para tomar un vermut. La infanta Elena es una mujer muy cercana en las distancias cortas. Es muy querida por sus amigas y siempre hace reír a todo el grupo con sus ocurrencias. Sin embargo, fuentes cercanas a la hermana de Felipe VI aseguran que es muy tacaña. No suelta ni un euro. Nunca quiere pagar, es la última en hacer el intento de pagar u ofrecerse. A veces va a sitios que ya la conocen para que le regalen cosas. Nunca deja propina por el servicio recibido. Todo lo contrario que Juan Carlos I, que “soltaba fajos a las camareras” cuando iba a un restaurante, según Joaquin Abad. Conseguía a la mujer que quería con dinero. Llegó a ofrecer en muchas ocasiones altas cantidades de dinero, cifras totalmente desorbitadas.
