Ahora mismo la infanta Elena se ha convertido en la sombra de Juan Carlos I, y parece que el emérito le hace caso en algunas decisiones. Según las últimas informaciones, el exmonarca habría demandado a Miguel Ángel Revilla por vulnerar su honor porque ella se lo habría recomendado para hacer justicia y que los demás dejen de sacar a la luz informaciones que dañan su imagen. Pero parece que esta estrategia le ha hecho un efecto boomerang. De pequeña, el marido de la reina Sofía no tenía ninguna confianza en ella. Las personas más cercanas aseguraban que el entonces monarca creía que su hija era “un poco corta”.

Todos saben que Juan Carlos I nunca estuvo enamorado de la reina Sofía, le obligaron a casarse con ella. Así que solo mantuvo relaciones para dar a luz al varón que heredaría la corona, pero los dos primeros nacimientos fueron mujeres. La infanta Elena y Cristina. El emérito estaba harto de hacer intentos porque no era feliz al lado de la emérita, así que estuvo a punto de cambiar la constitución para que pudiesen mandar las mujeres y hacer reina a Elena, pero no tenía mucha confianza en ella, creía que este reto le quedaba demasiado grande. Si se hubiese dado esa circunstancia, ahora mismo el futuro rey de España sería Froilán. Parece un auténtico disparate a día de hoy.
La infanta Elena era adicta a las compras por teletienda
La infanta Elena dio muchos quebraderos de cabeza a sus padres desde muy pequeña. Le costaba mucho estudiar y se le puso un profesor particular de cada asignatura para que aprobase todas. Además, era aficionada al baile y se le apuntó a clases de ballet, pero no podía ejercer porque era infanta, no una persona anónima.
Uno de los vicios de la adolescencia de la hermana de Felipe VI eran las compras compulsivas. Era adicta a la teletienda en aquella época, la tuvieron que poner en manos de especialistas porque no conseguían despegarla de esa afición. Incluso a día de hoy compra por internet un sinfín de cosas inservibles. Cuando era joven ocultaba esas compras enviando los productos a la casa de los hermanos Fuster.
“Año 1990, Palacio de la Zarzuela, nadie tiene la más mínima sospecha de lo que ocurre cada noche. La adicción de doña Elena es… La teletienda. Elena repetía cada madrugada el mismo ritual, comprar casi todo lo que veía en la teletienda. Casi todo le gustaba, pero su debilidad eran los productos adelgazantes. Para evitar que su familia se enterara y la metieran en una clínica de desintoxicación, se buscó unos cómplices: los hermanos Fuster (amigos de la familia). Ellos eran las personas que recogían la mercancía comprada por doña Elena”, añaden desde ‘Socialité’.
