La infanta Cristina vive una situación tensa en la familia desde hace tiempo. No se trata de nostalgia ni tristeza: lo que siente ahora es indignación. Está harta de la indiferencia con la que Leonor y Sofía tratan a sus hijos. La hija de Juan Carlos I considera que los Urdangarin no son menos que nadie, y mucho menos que la heredera al trono.
Desde la fiesta por el 18 cumpleaños de Leonor, los primos no han vuelto a coincidir. Ningún encuentro, ninguna llamada, ni siquiera un gesto cordial. La distancia es total. Cristina, que siempre defendió la unidad familiar, no entiende cómo se ha llegado a esta situación. Opina que sus hijos merecen el mismo respeto que Leonor y Sofía.

La infanta Cristina, indignada con la indiferencia del seno de la familia real hacia sus hijos
Las fuentes cercanas a Zarzuela aseguran que la infanta ya no calla. Durante años guardó silencio diplomático, pero ahora ha decidido plantar cara. Considera que el desprecio hacia sus hijos, Juan, Pablo, Miguel e Irene, es injusto y que se debe, en gran parte, a las decisiones de Letizia. La reina, según aseguran quienes conocen bien la situación, ha mantenido una postura inflexible: no quiere que Leonor ni Sofía convivan con los Urdangarin.
Para Cristina, esa actitud es clasista y humillante. Está convencida de que Letizia ha influido directamente en el comportamiento de sus hijas. Cree que la reina busca distanciar a Leonor de todo lo que pueda empañar su imagen, incluso si eso implica romper los vínculos familiares. Vetados en Zarzuela, entrada prohibida a Marivent mientras estén los reyes y sus hijas,…

La infanta Cristina exige igualdad y respeto
La reina Sofía sufre con esta división. Siempre ha soñado con una familia unida, pero ve con preocupación cómo la nueva generación de Borbones vive fracturada. Leonor e Irene, por ejemplo, que son casi de la misma edad, no se tratan. La hija pequeña de Cristina ha encontrado más apoyo en Victoria Federica que en sus primas reales.
Cristina no pide privilegios. Lo que exige es igualdad y respeto. Asegura que sus hijos no tienen culpa del pasado ni de los errores de los adultos. Están formados, educados y discretos, y no merecen ser tratados como si fueran una sombra incómoda. Para ella, el comportamiento de la familia real hacia sus hijos es una muestra de soberbia injustificada, alentada por la rigidez de la reina.